(UCANews/InfoCatólica) Pakistán es un crisol de diversidades étnicas, religiosas y culturales. Con más de 220 millones de habitantes, es también una nación joven en la que cerca del 64% de la población tiene entre 15 y 29 años, según estimaciones oficiales.
Por desgracia, el enorme potencial de la juventud sigue en gran medida sin aprovecharse debido a diversos inconvenientes socioeconómicos, como la falta de educación y de cualificación profesional, el desempleo y la falta de autonomía, entre otros. Sus necesidades siguen sin ser atendidas y sus sueños sin cumplirse.
La situación es peor para los jóvenes de grupos religiosos minoritarios, como los cristianos, en este país de mayoría musulmana, en medio de una creciente intolerancia religiosa, extremismo, discriminación social y falta de oportunidades para ascender.
Los jóvenes cristianos también viven con miedo a las amenazas y la violencia de la comunidad mayoritaria. Varios jóvenes cristianos han muerto y sufrido heridas en una serie de ataques extremistas contra iglesias y barrios cristianos en las últimas décadas.
Actualmente, la Iglesia pakistaní busca la santidad para el joven mártir cristiano Akash Bashir, que murió al impedir que un terrorista suicida hiciera explotar una iglesia en Lahore en 2015.
Muchos jóvenes cristianos viven traumatizados de por vida por tales brutalidades.
«Las leyes contra la blasfemia se han convertido en un arma para atacar a los cristianos con violencia y encarcelamiento, e incluso con la muerte».
Las últimas víctimas de esta brutalidad pueden verse en un barrio cristiano de Jaranwala, en Faisalabad, provincia de Punjab, donde una turba musulmana atacó, saqueó y destruyó varias iglesias y hogares cristianos el pasado agosto por una acusación infundada de blasfemia.
Muchas niñas de minorías religiosas, hindúes, cristianas y sijs, han sido secuestradas, sometidas a abusos sexuales y convertidas a la fuerza al islam.
Cada año, al menos 1.000 niñas de entre 12 y 25 años pertenecientes a minorías religiosas son convertidas a la fuerza al islam en Pakistán y casadas con sus secuestradores, según un informe de 2021 de un grupo parlamentario multipartidista, que calificó la situación de «catástrofe de derechos humanos».
Una de las principales razones por las que los jóvenes cristianos se mantienen alejados de la corriente social es su temor a que las controvertidas leyes sobre la blasfemia puedan utilizarse indebidamente contra ellos. Las leyes contra la blasfemia se han convertido en un arma para atacar a los cristianos con violencia y encarcelamiento, e incluso con la muerte. El clima de miedo infundido por las leyes contra la blasfemia intimida a los jóvenes cristianos y restringe su libertad de expresión.
La mayoría de los 2,6 millones de cristianos que se calcula que hay en Pakistán viven al margen de la sociedad, pues se les considera descendientes de hindúes de casta inferior que se convirtieron hace un siglo, cuando Pakistán formaba parte de la India británica.
Esta división de clases afecta sobre todo a los jóvenes cristianos de familias pobres. Sufren discriminación social, a la que se añade una pobreza económica agobiante. La mayoría de los jóvenes cristianos no pueden permitirse estudiar en las instituciones educativas de élite del país.
La falta de educación formal y de formación profesional limita su capacidad para sobresalir en la vida, personal y profesionalmente. Algunos aceptan trabajos serviles, como barrendero o limpiador de alcantarillas. Muchos recurren también a la drogadicción y a la delincuencia callejera, que acaban por destruirlos a ellos y a sus familias.
Se calcula que el 64% de la población nacional es de clase media, y los jóvenes de esta clase son personas diligentes que, a pesar de tener poco dinero, intentan cumplir sus objetivos.
Sin embargo, se enfrentan a un dilema a la hora de elegir su profesión. Muchos prefieren trabajos como la enseñanza y la enfermería, que les ofrecen estabilidad laboral. Los jóvenes cristianos de clase media no son diferentes. A menudo están confusos y necesitan orientación y guía profesional.
La falta de educación, los problemas sociales y económicos y la incertidumbre política también influyen negativamente en la religiosidad de los jóvenes de Pakistán, incluidos los jóvenes cristianos.
Se requiere con urgencia que las autoridades eclesiásticas encuentren formas creativas de ayudar a los jóvenes a encontrar una base sólida para su fe a pesar de las diversas dificultades a las que se enfrentan cada día. La principal necesidad es mantener consultas más amplias y abiertas con los jóvenes para comprender mejor sus problemas y elaborar soluciones.
A menudo, la sociedad mayoritaria considera a los cristianos «marginados» por su fe y los trata como ciudadanos de «segunda clase». El estigma social y la marginación les frenan en las relaciones sociales, la educación y el trabajo. Todo ello provoca una crisis de identidad entre los jóvenes cristianos.
Los líderes cristianos, que siguen enorgulleciéndose de dirigir algunas de las escuelas más prestigiosas del país, deben examinar las razones que explican que alrededor del 60% de los jóvenes cristianos abandonen la escuela primaria. Las iglesias cristianas deberían revisar sus políticas pastorales para ofrecer a los jóvenes cristianos una mejor educación y formación profesional.
Aunque las reformas legales competen al Estado, la Iglesia puede desempeñar un papel vital con campañas incesantes, diálogo interconfesional y actividades para promover la armonía. La Iglesia puede ayudar a los jóvenes cristianos a tener un futuro mejor en Pakistán si consigue introducir cambios en la sociedad con diálogo y armonía.
La jerarquía católica es consciente de que la política afecta a todos los aspectos de la vida en Pakistán. Los líderes eclesiásticos deben alzarse para expresar las preocupaciones de los pobres y de su comunidad a través del diálogo, las negociaciones y la presión.
La Iglesia pakistaní no debe escatimar esfuerzos para promover la integración social de los jóvenes, la igualdad de derechos y oportunidades, para que puedan vivir en una sociedad más aceptable y tolerante.