(Ecclesia/InfoCatólica) Con dos mesas, cuatro sillas y una máquina de escribir comenzó a principios de los años 40 la andadura de la Biblioteca de Autores Cristianos en la calle Alfonso XI de Madrid, después de un intenso proceso de gestación comandado por dos laicos, Máximo Cuervo Radigales y José María Sánchez de Muniain.
Así queda reflejado en Apuntes para una historia de la Biblioteca de Autores Cristianos, de José Luis Gutiérrez García (Ediciones CEU). Los dos fundadores, miembros de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas, fueron alentados por el sacerdote Ángel Herrera Oria, más tarde cardenal, en la tarea de montar, abunda Gutiérrez García, una biblioteca para poner al alcance de sacerdotes, seminaristas y religiosos textos esenciales del cristianismo. La idea originaria pretendía ofrecer 100 volúmenes para nutrir las bibliotecas de seminarios, conventos y monasterios. No conviene olvidar que el proyecto surge en plena posguerra, con muchas zonas del país, fundamentalmente en el sur y en el levante, arrasadas a nivel eclesial, con parroquias, centros y conventos destruidos o incendiados.
«La BAC ayudó a que la Iglesia y, particularmente, la cultura católica, resurgiera de las cenizas», explica a ECCLESIA el sacerdote Juan Carlos García Domene, actual director de la BAC. Eran los libros esenciales, añade, para todo cura de aldea.
Pronto la idea de hacer una biblioteca solo para sacerdotes y religiosos fue ampliada, lo mismo que la limitación a un centenar de ejemplares. «Como iniciativa editorial católica debía la BAC aparecer abierta, para que fuera la respuesta, éxito o fracaso, de la prevista demanda la que dictara la verificación o la prolongación del número centenario», explica José Luis Gutiérrez García en la citada obra que recoge la historia de la editorial, hoy propiedad de la Conferencia Episcopal Española (CEE). Se superaron los 100 ejemplares. Y tanto, hasta cerca de los 3.000 si sumamos todas las colecciones: Normal Minor, Maior, Popular, Estudios y Ensayos, Biografías, Selecciones, Año 2000, Historia de las Diócesis… Eso sí, los primeros ejemplares son fiel reflejo de la profundidad del proyecto y de la necesidad de ir a las fuentes. Aparecen en la lista la Suma poética, de José María Pemán y Miguel Herrero, el Código de Derecho Canónico, o las obras de gigantes como fray Luis de León, san Francisco de Asís, san Buenaventura, san Agustín, santa Teresa, fray Luis de Granada, san Ignacio de Loyola, Donoso Cortés, san Vicente de Paúl, santo Domingo… Las primeras publicaciones construyeron, en palabras de García Domene, «una biblioteca clásica, de fuentes, con ediciones bilingües, muy cuidadas, y, además, a precio asequible».
Pero por encima de todos estos volúmenes sobresale uno, la Sagrada Biblia, por Nácar-Colunga –el nombre lo toma de los traductores: Eloíno Nácar Fuster y Alberto Colunga–, el primer libro de la BAC, como ya aparece anunciada en los números de ECCLESIA de la época, y «la primera versión directa en traducción íntegra al español realizada en los tiempos modernos», subraya el actual director de la editorial. Y añade: «La Nácar-Colunga marcó la vida de la Iglesia en España. Hoy es imprescindible para conocer y estudiar la Sagrada Escritura en español. Como dijo el nuncio en su presentación, es una obra de cultura, de piedad y de apostolado».
Esta pieza cumplió el 18 de marzo 80 años. Aquel día de 1944, víspera de la fiesta de san José, se firmó el «acabóse de imprimir». Días antes había recibido el nihil obstat y el imprimatur.
La relevancia la recoge el número 146 de ECCLESIA, también en sus primeros pasos, con la pluma de Antonio Gil Ulecia, licenciado en Sagrada Escritura, que considera la publicación de la Sagrada Biblia «un acontecimiento en el campo católico bíblico español de los que sencillamente hacen época». Y tras un exhaustivo análisis, concluye: «Con tales condiciones, no vacilaremos en recomendar a todos los lectores de ECCLESIA la egregia traducción de los doctores Nácar y Colunga».
Para celebrar esta efeméride, la BAC acaba de lanzar una edición facsímil de 1944 de la considerada Vulgata española. Un texto que incluye el prólogo de Gaetano Cicognani, nuncio de Su Santidad en España, y la encíclica del papa Pío XII sobre los estudios bíblicos, un prólogo de los autores, una introducción general e introducciones a cada libro. Según cuenta José Luis Gutiérrez García en Apuntes para una historia de la Biblioteca de Autores Cristianos, incorpora ilustraciones y se imprimió a dos tintas.
Así se celebrará este aniversario, «con gratitud y sencillez», dice el director, y publicando nuevas obras. Para este 2024 hay proyectadas en torno a medio centenar. Todo siguiendo las mismas intuiciones que en aquellos difíciles años 40. Es decir, destaca García Domene, «altura de contenidos, fidelidad al sucesor de Pedro, rigor y una excelente relación entre calidad y precio».
Y con estas ideas bien claras, el sacerdote –que, siendo muy pequeño, repasaba con el dedo el ciervo de la Biblia de la BAC que su madre tenía en la mesilla de noche– señala que el futuro «está en manos de Dios» y que con su ayuda «seguiremos siendo el pan de nuestra cultura católica», refiriéndose al lema de la editorial.
Porque, como dijo el propio director en su intervención en el pódcast Conexiones de Ràdio Estel, la BAC «no es un negocio, sino un servicio». En esa misma entrevista confesó un pequeño sueño: poner en marcha una colección para niños y adolescentes, que se centre, fundamentalmente, en el contenido, aunque vaya acompañado de ilustraciones. Los planes, concluye García Domene la conversación con ECCLESIA, son «trabajar, amar y servir desde el ministerio editorial, que es una parte del ministerio de la evangelización de la cultura».