(Aica/InfoCatólica) Esta semana, el Papa continuó su serie de catequesis sobre los vicios y las virtudes. Después de varios meses dedicados a los vicios, esta semana pasó a una disertación sobre la virtud.
Redescubrir y practicar la virtud
El corazón humano, reconoció el Papa, «puede complacer las malas pasiones» y «prestar atención a las tentaciones dañinas disfrazadas de ropajes persuasivos», pero, recordó a los fieles, «también podemos oponernos a todo esto».
El ser humano, afirmó el Santo Padre, está hecho para el bien, y subrayó que «esto nos llena verdaderamente». Sugirió, en ese sentido, que ser conscientes de nuestra inclinación innata hacia el bien nos permite poseer ciertas disposiciones permanentes.
«En estos tiempos dramáticos, en los que a menudo tenemos que aceptar lo peor de la humanidad», dijo el Papa Francisco, la virtud «debe ser redescubierta y practicada por todos». «En un mundo distorsionado, debemos recordar la forma en la que fuimos formados», dijo el Papa, es decir, en «la imagen de Dios, que está impresa para siempre en nosotros».
Tendencia libre a elegir el bien
«¿Pero cómo podemos definir el concepto de virtud?», reflexionó el Santo Padre. Recordó que el Catecismo nos ofrece una definición precisa y concisa de la virtud como «disposición habitual y firme a hacer el bien» (n. 1803).
Por tanto, apuntó, la virtud no es un bien «improvisado» o «un tanto aleatorio, que cae del cielo esporádicamente». Si bien reconoció que también los criminales han realizado buenas obras, que «están inscritas en el libro de Dios», el Santo Padre afirmó que «la virtud es otra cosa».
«Es –aclaró– un bien que nace de una lenta maduración de la persona, hasta convertirse en una característica interior». Al llamar a la virtud «un habitus de libertad», el Papa argumentó que, «si somos libres en cada acto» y tenemos la tendencia a elegir el bien, esto es virtud.
La gracia de Dios precede a nuestro compromiso moral
El Papa reconoció que entender cómo adquirir la virtud «no es simple», sino complejo. «Para el cristiano, el primer auxilio», insistió, «es la gracia de Dios». En efecto, subrayó, el Espíritu Santo actúa en nosotros, que hemos sido bautizados, obrando en nuestra alma para conducirla a una vida virtuosa.
«¡Cuántos cristianos», se maravilló, «han alcanzado la santidad a través de las lágrimas, al comprobar que no podían superar algunas de sus debilidades! Pero experimentaron que Dios completó esa obra de bien que, para ellos, era sólo un boceto».
La gracia, dijo, siempre precede a nuestro compromiso moral. «Además», continuó el Papa Francisco, «nunca debemos olvidar la riquísima lección de la sabiduría de los antiguos, que nos dicen que la virtud crece y se puede cultivar. Y para que esto suceda, el primer don que hay que pedir al Espíritu es precisamente el de sabiduría.»
Aprender de los errores y buena voluntad para elegir el bien
El ser humano, subrayó el Obispo de Roma, no es «un territorio libre para la conquista de los placeres, de las emociones, de los instintos, de las pasiones».
Más bien, subrayó, podemos ejercer un tipo de sabiduría, que nos permite «aprender de los errores para dirigir bien la vida», así como utilizar nuestra buena voluntad, «que permite elegir el bien».
El Santo Padre concluyó animando a los fieles a abrazar el propio camino a través de las virtudes, en un «universo sereno, desafiante», pero «decisivo para nuestra felicidad».