(Asia News/InfoCatólica) El último ataque se produjo el 12 de febrero contra un lugar de culto en Bhabra, en el distrito de Kotli, en la región de Azad Jammu and Kashmir. En el ataque armado resultaron heridos varios miembros de la comunidad y también se denunciaron palizas a hombres y mujeres, así como la demolición de los minaretes y el saqueo del edificio (en la foto).
La policía, alertada por las víctimas, llegó tarde y no alcanzó a impedir la fuga de los atacantes, un comando formado por más de 60 personas. Los más agredidos fueron ocho hombres y cinco mujeres, que sufrieron heridas graves. Según las reconstrucciones iniciales, aparentemente el grupo rompió primero las cámaras de circuito cerrado de televisión y luego irrumpió en el templo.
Los atacantes entraron en la mezquita y comenzaron a golpear al guardia, Wajid Hussain (hospitalizado en estado crítico), utilizando barras de hierro y martillos. Cuando otros miembros de la comunidad ahmadi acudieron en ayuda de la víctima, fueron golpeados y agredidos violentamente por el comando extremista, que luego apedreó las casas de la zona e hirió a algunos residentes, transportados posteriormente al hospital del distrito de Kotli para recibir atención médica. Desde noviembre del año pasado el lugar de culto se encontraba en la mira de los extremistas y de nada sirvieron los avisos y denuncias a la policía. Algunos líderes radicales habían dado hasta el 16 de diciembre para limpiar el terreno y derribar los minaretes, amenazando que de lo contrario actuarían personalmente, tal como sucedió.
El ataque ha ocurrido en un momento complejo de la vida del país, tras las elecciones generales de resultado incierto después de las cuales el ex primer ministro Nawaz Sharif y su Liga Musulmana ha formado gobierno aliado con el Partido Popular de Bilawal Bhutto. El Ejecutivo recién comienza, sin embargo, ya se encuentra en la mira de opositores e independientes partidarios del ex campeón de críquet y ex primer ministro Imran Khan, actualmente recluido en la cárcel pero que cuenta con un gran número de seguidores en el electorado. Consultado por AsiaNews, el líder ahmadi Aamir Mehmood explicó que «el año pasado se denunciaron 42 incidentes de persecución y decenas de minaretes demolidos. Este año - añade - ya se han registrado dos episodios de este tipo». No ahorra críticas contra el gobierno y las autoridades, que tienen la obligación de «proteger a los ciudadanos» y sin embargo han «fracasado estrepitosamente». Por último insiste en su pedido de justicia y que se detenga a los culpables. «Tenemos vídeos de este ataque - concluye - y la policía puede identificar fácilmente a los agresores».
En Pakistán la comunidad musulmana ahmadía tiene entre 600.000 y dos millones de fieles (los cálculos varían), y en todo el mundo hay entre 10 y 20 millones, la mayoría lejos de sus lugares de origen. Fue fundada a fines del siglo XIX en la India y su doctrina es considerada «herética» por la mayor parte del mundo musulmán sunita y chiíta, especialmente en los sectores extremistas. Venera a su fundador, Mirza Ghulam Ahmad, y tiene creencias relacionadas con otras religiones. El país asiático prohíbe a los creyentes de esta denominación utilizar saludos y oraciones islámicas, y referirse a sus lugares de culto como «mezquitas». Junto con los cristianos, la ahmadi es una de las comunidades que a menudo es víctimas de las leyes contra la blasfemia, que se utilizan para perseguir a las minorías.