(Manos Unidas/InfoCatólica) La presidenta de la ONG, Cecilia Pilar Gracia, ha explicado que «vamos a denunciar cómo el maltrato al planeta afecta en mayor medida, y con consecuencias mucho más devastadoras, a millones de personas desfavorecidas que habitan en países que poco o nada han contribuido» a ese deterioro.
«Maltratamos sin piedad y enorme ingratitud a la tierra que nos da la vida, como si hubiera un recambio que no hay. Nuestro planeta sufre el maltrato al que lo sometemos los seres humanos y lleva años advirtiéndonos de que así no podemos seguir. Los países del norte, los más ricos, los que producimos y consumimos como si no hubiera un mañana, estamos adquiriendo una nueva deuda con los países del sur. Nuestra actividad económica genera desigualdad y pobreza en los países más desfavorecidos. Y hambre… Ese terrible fracaso para la humanidad que pone en riesgo la vida de los 735 millones de personas que la padecen», ha dicho la presidenta de Manos Unidas.
Cecilia Pilar Gracia ha subrayado que «en los países del sur afectados por sequías extremas, por huracanes, ciclones, o lluvias torrenciales, esos fenómenos y la falta de medios para mitigarlos o adaptarse a ellos son causa de hambre, conflictos, pobreza, migraciones e, incluso, muerte. Y eso es desigualdad. Y es injusticia climática».
Frente a la amenaza climática
Manos Unidas trabaja en cerca de 50 países de África, Asia y América, «muy afectados, todos ellos, por la amenaza climática. Nuestros socios en el terreno nos advierten de las gravísimas consecuencias que los cambios en el clima tienen ya sobre las poblaciones más empobrecidas. Nuestros proyectos tratan de paliar esas consecuencias que merman los derechos que, en teoría, amparan a todos los seres humanos desde su nacimiento: el derecho a la alimentación, a la salud, al agua, a una vida digna», ha advertido la presidenta de Manos Unidas, quien ha agregado que «en 2023 destinamos más de 5 millones de euros a proyectos relacionados con el agua y el medioambiente y a hacer frente a las consecuencias derivadas de la crisis climática».
Según datos de Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), se estima que entre 3.300 y 3.600 millones de personas -cerca de la mitad de la población mundial- viven en contextos considerados «altamente vulnerables» al cambio climático.
Entre 2010 y 2020, la mortalidad humana por inundaciones, sequías y tormentas fue 15 veces mayor en las regiones altamente vulnerables, en comparación con las de muy baja vulnerabilidad.
En este sentido, y según el IPCC, el 10 % de la población mundial más rica emitió casi el 48% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero en 2019, mientras que a la mitad más pobre de la población le corresponde el 12% de esas emisiones globales.
Ante esta realidad, la presidenta de Manos Unidas ha apelado a la responsabilidad de la sociedad a cambiar actitudes y estilos de vida, «ya que estamos contribuyendo a la deriva que ha tomado el planeta».
A lo largo de los próximos doce meses, y enmarcadas en esta campaña, Manos Unidas planteará algunas propuestas de cambio en nuestro estilo de vida que pueden tener una gran repercusión en el cuidado del planeta: reduciendo el consumo de agua y energía; evitando el desperdicio de alimentos; reciclando o reduciendo las compras indiscriminadas.
Testigos sobre el terreno
Donald Hernández, socio local de Manos Unidas y defensor de los derechos humanos de los pueblos indígenas en Honduras, ha explicado que los índices internacionales proyectan que el paisaje climático de Honduras pasará de un nivel severo a uno agudo para 2030, aunque los hondureños solo son responsables del 0,03% de la emisión de gases de efecto invernadero en el mundo.
«Junto a la crisis climática, que sufre a todo el planeta, hay países como Honduras a los que hay que sumarle la crisis medioambiental, provocadas por las concesiones mineras a cielo abierto, las producciones de monocultivo como la palma africana o el maíz transgénico que están provocando un alto costo para las comunidades más vulnerables, provocando el desplazamiento de personas de sus propios territorios», ha explicado Hernández.
Por su parte, la misionera María Soledad Villigua, cuya congregación lleva 23 años trabajando en el desierto de Turkana (Kenia), ha advertido de cómo la sequía está afectando de manera trágica a la población más vulnerable que vive del pastoreo o la pesca. «Estamos indefensos ante los efectos de esta crisis climática».
Los proyectos de Manos Unidas
Alertados por las supuestas graves consecuencias que los cambios en los patrones del clima están provocando en estas comunidades, a lo largo del último año, Manos Unidas ha apoyado proyectos de gestión, recuperación y protección de recursos naturales de manera sostenible. Estos proyectos abarcan áreas tan diferentes como la lucha contra la deforestación y degradación de los bosques y contra la desertificación.
También se está promoviendo el uso de energías renovables y limpias y, por supuesto, la educación y formación ambiental de la sociedad civil, las organizaciones de base, la comunidad educativa y las autoridades.
Esta labor no habría sido posible «sin el trabajo desinteresado de nuestros 6.460 voluntarios, repartidos en las 72 delegaciones que tiene la organización y a los 73.100 socios cuya generosa solidaridad ha hecho posible que, en 2023, hayamos apoyado, 550 proyectos en 51 países. Vaya para todos ellos, y para las empresas y organismos e instituciones públicas que han confiado en nuestra labor, nuestro agradecimiento», ha afirmado Cecilia Pilar Gracia.
Estudio sobre la percepción de los jóvenes sobre la injusticia climática
Coincidiendo con el lanzamiento de la campaña «El efecto ser humano», Manos Unidas ha presentado las conclusiones de un estudio realizado por la consultora GfK para conocer la percepción que tienen los jóvenes españoles sobre la injusticia climática y su compromiso para revertir sus efectos.
Del estudio se desprende que un 76% de los jóvenes en España cree que la crisis climática es real y una gran mayoría está preocupada por la situación, tienen una alta sensibilidad hacia las cuestiones ambientales y saben perfectamente que el futuro de todos está ligado en buena medida a nuestra capacidad para cuidar de la tierra y de sus recursos.
Sin embargo, cuando se les pregunta sobre lo que llamamos «justicia climática», apenas un 10% sabe lo que eso significa, y un 40% no encuentra ninguna relación entre el cambio climático y la pobreza en el mundo y las desigualdades.
Por eso, el tema central de la nueva campaña de Manos Unidas tiene como objetivo que los jóvenes comprendan que los países más pobres son también los más vulnerables al cambio climático.
¿Qué cambios están dispuestos a hacer los jóvenes?
El estudio ha medido también la disponibilidad real de los jóvenes a cambiar sus propios estilos de vida y de consumo, suponiendo que esto contribuya a construir una verdadera justicia climática. Los resultados señalan que los jóvenes son conscientes de que hay una conexión directa entre nuestros patrones de producción y de consumo a nivel mundial, y el deterioro del planeta. También constata una cierta disposición de los jóvenes a hacer cambios en sus estilos de vida y de consumo, reflejados en temas como la alimentación, el transporte, la ropa o la movilidad.
Pero siempre tendrán mayor disposición a cambiar en aquello que trastoque menos su propia economía (dejar de desperdiciar comida, optar por alimentos de temporada, trasladarse a pie o en bici, reciclar, alargar la vida útil del móvil, reducir el uso de plásticos, etc.), que cambiar en aquellas cosas que les suponga una merma económica (comprar ropa de calidad que dure más tiempo, apostar por marcas sostenibles, comprar un coche eléctrico, etc.)
En las conclusiones del estudio se aprecia que existe en los jóvenes una convivencia simultánea entre esperanza y pesimismo. Creen que es posible cambiar hacia un mundo mejor, pero al mismo tiempo, se reconocen «pesimistas» en la medida en que para que esto acontezca, es necesario el compromiso y la participación de todos los actores, gobiernos, empresas, sociedad, individuos. Y dudan que esto sea así.
Hechos
Lo cierto es que los cambios climáticos han sido constantes a lo largo de la historia del planeta y de la humanidad. Sin ir más lejos, Groenlandia recibe su nombre -Tierra verde- de los vikingos por el hecho de que durante el conocido como Período cálido medieval era un lugar lleno de pastos verdes, a diferencia de lo que ocurre hoy. En dicho período, que duró desde el siglo X hasta el XIV, el cultivo de la uva y la producción de vino crecieron tanto en el norte de Europa como en el sur de Gran Bretaña.