(Cope/InfoCatólica) De oficiar la Misa en la prisión de Castellón a asumir el ministerio de arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela. La vida de monseñor Florencio Roselló ha experimentado un giro notable en tan solo una semana, tras su ordenación episcopal llevada a cabo ayer en la catedral de la capital navarra.
Roselló compartió sus agradecimientos en su mensaje tras la ordenación episcopal y asunción del cargo en la sede de Pamplona:
«Hace justo una semana estaba celebrando la eucaristía en la cárcel, con un grupo de mujeres, que semanalmente vivimos nuestra fe, allí donde nos convoca el Señor, en la Eucaristía. Una celebración la de la semana pasada que sabía a despedida a no retorno y a lágrima contenida. Hoy me encuentro en esta gran y bella catedral de Santa María la Real de Pamplona, vestida con sus mejores galas para acogerme y recibirme, y es verdad, donde ya me estoy sintiendo en casa y en familia».
En su discurso conclusivo, el recién nombrado arzobispo de Pamplona ha delineado la visión de la Iglesia que anhela, destacando un entorno donde la fe se experimenta en todos los lugares, ya sea «en una cárcel, en un caserío, en la catedral, en una parroquia, en un hospital o en un convento. Dios se encarna en cada una de las diferentes realidades en las que viven sus hijos e hijas, nosotros».
Mons. Roselló recordó que para ser útiles en la Iglesia, conocer a los hermanos y amarlos es necesario estar atentos y escuchar. Para su ministerio esto consiste en «escuchar a Dios a través de la Iglesia que peregrina en Navarra. Vengo a servir, pero para servir hay que escuchar. Escuchar demandas, sensibilidades, resistencias».
Asimismo, el arzobispo se comprometió a escuchar a todos, también «al diferente, al singular, al que pueda mantener alguna diferencia conmigo, porque también a ellos me ha enviado el Señor», y añadió: «Deseo que nadie en nuestra Iglesia se sienta discriminado y fuera de lugar. Nadie por su origen, por su lengua, por su sexo, por su ideología política, puede quedar al margen de la Iglesia».
Y, además, se impuso el reto de atraer a quienes han olvidado la Iglesia, asegurando que, como los apóstoles respondían a quienes les preguntaban qué tenían que ofrecer, en la narración de los Hechos de los Apóstoles, él puede responder que: «No tengo oro ni plata, no tengo, ni sé fórmulas mágicas, pero tengo a Jesús resucitado».
Agradecimientos
En el cierre de su alocución, Florencio Roselló expresó su gratitud por la cálida acogida del pueblo de Navarra, describiéndolo como una comunidad «acogedora» y «cosmopolita». Dió las gracias especialmente a Mons. Francisco Pérez, arzobispo emérito, por su acogida desde antes de hacerse público su nombramiento y por sus innumerables detalles de atención, ayuda y afecto fraternal.
También extendió su agradecimiento a sus padres, Florencio y Miguela, ya fallecidos, reconociéndoles el mérito de inculcarle el valor de la oración, a sus familiares y paisanos de Alcorissa, en la provincia de Teruel, por haberle respetado y apoyado en todas sus decisiones vocacionales.
Asimismo, expresó su agradecimiento a la Orden de la Merced, a la cual pertenece y que estuvo ampliamente representada en la ceremonia, con la presencia destacada del Maestro General y su Provincial. «Soy lo que soy gracias a la Merced. Hoy, la Merced ofrece no solo un obispo, sino un mercedario elevado al rango de Obispo. Me ha brindado la oportunidad de vivir la caridad en su forma más pura y extrema», afirmó.