(Ecclesia/InfoCatólica) «Algunos llevamos ocho meses en España, otros tres meses, unos solo un mes. Tenemos amigos con solamente una semana, otros apenas están llegando. Todos tenemos un objetivo común: luchar por un futuro mejor, en el que la vida nos lleve a hacer lo que deseamos», le dicen en su misiva a Francisco estos chicos.
El Papa ha recibido en el Vaticano a Fernando Clavijo y a los obispos de las islas para interesarse por la situación de las miles de personas que llegan en cayucos y, en particular, por los menores. Francisco ha pedido al presidente que dé las gracias en su nombre «al pueblo canario por acoger a los migrantes con dignidad, respeto y solidaridad» y ha recibido esta carta.
La escribieron en Valverde los niños africanos acogidos en el centro de menores de El Hierro, la isla más pequeña de Canarias y la que desde hace meses soporta las mayores cifras de llegadas de cayucos desde Senegal, Mauritania o Gambia. En el texto, de folio y medio, los niños acogidos en El Hierro le cuentan al obispo de Roma que cuando se lanzaron al mar sabían que quizás no llegasen, pero que les movía la esperanza. «La esperanza de tener esa oportunidad se impone y nos hace seguir adelante», aseguran.
Estos chicos, que son una pequeña representación de los 4.500 menores africanos acogidos en este momento por las instituciones de Canarias, relatan al Pontífice que extrañan mucho su casa y a su familia:
«Siempre pensamos en nuestros padres, abuelos, hermanos, siempre pensamos en cómo podríamos ayudarles, nunca les olvidamos».
Los niños subrayan que no ha sido fácil para ellos dejar atrás a sus familiares, pero no veían otro remedio:
«Allí corremos peligro, no podemos estudiar, no hay trabajo para darle de comer a la familia, es muy difícil continuar allí sin que nuestro corazón deje de creer en las oportunidades».
Este grupo de menores subraya ante Francisco el agradecimiento que sienten por todas las personas de El Hierro que les «apoyan, ayudan y animan a seguir luchando por sus sueños», que son estudiar y, una vez que sean mayores, trabajar para ayudar a sus familias.
«Al igual que muchos niños del mundo, nos gusta jugar al fútbol, bailar, cantar, jugar a la 'play', ver dibujos animados y, cuando crecemos un poquito, también nos gusta cumplir sueños. Tenemos algunos amigos que quieren trabajar aquí», le cuentan.
También le explican que algunos chicos del centro de menores de El Hierro ya están estudiando hostelería y que otros se han interesado por formarse como electricistas, fontaneros, profesores o traductores.
«Ahora sabemos que no solo existe la agricultura y la construcción», dicen. Y El Hierro también les ha enseñado que «no solamente existe el fútbol», sino otros deportes con mucha raíz en esa isla, como la lucha canaria, que ya varios de ellos practican.
Con la carta de los niños, Francisco ha recibido una segunda misiva de un joven guineano que llegó en patera a Canarias en 2008 también como menor y que hoy trabaja como educador, Mamadou Malal Diallo. En ella le cuenta su historia y sus planes y le confiesa que nunca tendrá «suficientes palabras de agradecimiento para la sociedad española en general y para la canaria en particular».
También le hace un ruego: «No soy nadie para pedirle nada a Su Santidad, pero si usted lo ve oportuno y conveniente, podría dedicarle unas palabras de aliento al pueblo africano. Sería escuchado en todo el mundo».