(InfoCatólica/BM) El calendario que utilizamos en la actualidad, el llamado calendario gregoriano, fue instaurado por el papa Gregorio XIII en 1582. El cambio fue necesario porque el calendario anterior, conocido como calendario juliano, estaba basado en un cálculo incorrecto de la duración de la vuelta de la tierra en torno al sol, un error de 11 minutos que se había ido acumulando a lo largo de los siglos hasta dar lugar a 11 días de desfase en el siglo XVI, que actualmente han alcanzado ya los 13 días de desfase.
Al principio, los países no católicos se mantuvieron al margen del nuevo calendario, por razones políticas y religiosas. Poco a poco y a regañadientes, sin embargo, los demás países se fueron rindiendo ante los innegables datos científicos que habían motivado el cambio. Gran Bretaña, por ejemplo, no lo aceptó hasta mediados del siglo XVIII. Los países ortodoxos también terminaron por aceptar en su legislación civil el calendario gregoriano.
Las Iglesias ortodoxas, sin embargo, mantuvieron el calendario juliano para su liturgia, con algunas excepciones, a pesar del cambio en el calendario civil. Esto hace que diversas fiestas litúrgicas sean celebradas por los ortodoxos en fechas civiles diferentes que los católicos. La Navidad ortodoxa se celebra el 7 de enero, que corresponde al día 25 de diciembre en el calendario juliano.
No obstante, como las Iglesias nacionales ortodoxas son autónomas, algunas han optado por cambiar la celebración de la Navidad al día marcado por el calendario civil, es decir el 25 de diciembre. Se trata de las iglesias nacionales más cercanas, geográfica o políticamente, a Europa occidental. Así sucede, por ejemplo, en Grecia, Bulgaria, Rumanía o Finlandia, países que pertenecen a la Unión Europea.
En cambio, la Iglesia Ortodoxa Rusa mantiene estrictamente el calendario juliano y la celebración de la Navidad el 7 de enero. Lo mismo sucede en países ortodoxos cercanos y sucedía hasta ahora en Ucrania, que tradicionalmente ha dependido del Patriarcado de Moscú (aunque algunos grupos se declararon autocéfalos, es decir, autónomos, en las últimas décadas).
La guerra entre Rusia y Ucrania, sin embargo, ha tenido también un gran impacto en el ámbito religioso. Buena parte de los ortodoxos ucranianos se han ido distanciando del Patriarcado de Moscú y los que no lo han hecho sufren medidas de presión de las autoridades regionales y el gobierno central. Dado que el Patriarca Kiril de Moscú se ha mostrado claramente favorable a la guerra de Ucrania, cualquier relación con el Patriarcado moscovita se considera cercana a la traición en el territorio controlado por Kiev. Este distanciamiento también religioso con Moscú se une al deseo del gobierno de Zelensky de entrar a formar parte de la Unión Europea y a la “occidentalización” general que se está llevando a cabo en ese sentido en el país.
Como una de las consecuencias de todo ello, a comienzos de este año se produjeron conversaciones entre los prelados de la Iglesia Ortodoxa de Ucrania sobre la conveniencia de cambiar el calendario litúrgico. Finalmente, en un sínodo general celebrado en julio,refrendado por un decreto del Presidente de la nación, se aprobó adoptar el calendario gregoriano para las celebraciones litúrgicas, de modo que esas celebraciones se armonicen con las de Europa occidental y no con las de Rusia.
Esto ha ocasionado que este año, por primera vez en la historia, la mayoría de los ortodoxos ucranianos hayan celebrado la Navidad el 25 de diciembre, especialmente en el oeste del país, que es la zona más pro occidental de Ucrania. Adelantándose a la decisión del sínodo, algunas parroquias habían adoptado ya la fecha occidental el año pasado, como símbolo de protesta contra la invasión rusa.
El cambio parece ser medianamente popular. En una encuesta realizada por el Gobierno ucraniano en diciembre del año pasado, el 59 % de los encuestados se mostraron a favor del celebrar la Navidad en la misma fecha que los países occidentales.