(ACN/InfoCatólica) A sus 25 años ya ha sido víctima de secuestro y de violencia y ha sufrido el asesinato de familiares. Hoy puede contar su historia gracias al apoyo recibido en el Centro de Atención al Trauma de Maiduguri, financiado en parte por los benefactores de Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN). El apoyo psicológico, la formación y el acompañamiento espiritual le han devuelto la vida y la esperanza.
En la rueda de prensa, que tuvo lugar en la sede de ACN España, Janada habló de su vida y de cómo llegó a salvarse de los yihadistas de Boko Haram: «Yo escapé de estos terroristas cuando me secuestraron y cuando volví a mi casa yo solía tener pesadillas, sueños horribles y ni siquiera hablaba con la gente». Aun así, su madre, que siempre ha sido una figura muy importante en esta historia, le animó a ir a la parroquia: «Empezó a ver esto y ella decidió llevarme a la Iglesia. Cuando me llevó a la Iglesia conocí al padre Fidelis».
Este sacerdote rezó por Janada y le pidió que acudiese al Centro de Atención al Trauma para recibir consejo: «Él rezó por mí, me aconsejó, me habló acerca de la vida, de que mi vida cambiaría… y me preguntó, ¿qué es lo que tú quieres hacer? Yo le dije que me encantaría volver al colegio, así que me llevaron al colegio y pude graduarme. Doy las gracias a Ayuda a la Iglesia Necesitada». «Mi madre solía rezar por nosotras cada día. Nos enseñó que Dios nos manda perdonar para que tengamos paz en nuestra mente. Dios nos manda a perdonar a nuestros enemigos y es parte de nuestra fe cristiana. Yo los perdono cuando rezo y ya tengo paz en mi mente. Yo olvido, perdono y olvido».
La historia de Janada
Janada Marcus y su familia lograron en dos ocasiones escapar ilesos del ataque del grupo yihadista Boko Haram. «El 20 de octubre de 2018, fue el día en que la luz se apagó en mi vida. Estábamos en nuestra granja en Maiduguri, trabajando alegremente y entonando himnos católicos para levantar el ánimo, cuando de pronto nos vimos rodeados por Boko Haram».
En aquel momento, los terroristas apuntaron a su padre y le dijeron que les dejarían en libertad si mantenía sexo con su hija. «No pude contener las lágrimas, temblaba. Mi padre nos miró a mi madre y a mí, pero yo evité devolverle la mirada porque me daba vergüenza. ¡Aquello era una abominación!». Su padre inclinó la cabeza en señal de sumisión y respondió: «Antes prefiero morir que cometer esta aberración». Al oír eso, uno de los hombres sacó un machete y le cortó la cabeza.
Dos años después, la joven fue secuestrada por terroristas cuando iba de camino a una oficina del gobierno. «Me llevaron al monte, donde durante seis días me torturaron emocional, física y mentalmente. Sufrí tal cantidad de experiencias terribles y perversas -algo inenarrable- que aquellos seis días me parecieron años. El 15 de noviembre de 2020 me dejaron en libertad y mi madre me llevó al Centro de Atención al Trauma gestionado por la diócesis de Maiduguri».
Su proceso de sanación
«Tras varias sesiones de asesoramiento, me llevaron al hospital para un chequeo y para recibir tratamiento si fuera el caso. Después de seis meses de terapia, oración y orientación, ahora estoy recuperada, aunque al principio me resultaba casi imposible dejar atrás mi pasado. Ahora estoy muy feliz, voy a darlo todo para terminar mi carrera universitaria y convertirme en alguien importante para la sociedad. He aprendido el arte de sanar dejando atrás mi dolor. Mi fe se ha fortalecido».
El sufrimiento la acercó a Dios
«Al principio mi experiencia me alejó de Dios. Me era difícil confiar y volver a Él. ¿Dónde estaba Dios cuando mataron a mi padre, cuando me torturaban? Tras mi proceso de sanación, encontré respuestas a mis preguntas. He aprendido que Dios nunca me ha abandonado. Pese a todo lo que he sufrido, seguiré confiando en Él y le serviré durante el resto de mi vida». (…) Es difícil perdonar a mis agresores y olvidar, pero les he perdonado en mi corazón y rezo por la redención de sus almas».