(Agencias/InfoCatólica) Los ciudadanos chilenos han decidido que prefieren la Constitución de 1980, heredera de Pinochet aunque ha sido reformada unas 70 veces, las más profundas en 2005 durante el gobierno del socialista Ricardo Lagos.
Con más del 99,65 % de los votos escrutados, el rechazo a la nueva propuesta, esta vez elaborada por los «conservadores» tuvo un 55,76% de rechazo, menor rechazo que la locura elaborada por la izquierda hace 15 meses y que obtuvo una repulsa del 61,86%, pero rechazo a fin de cuentas. En el Plebiscito de 1980, la Constitución 'de Pinochet' obtuvo una aprobación del 67%.
«El país se polarizó, se dividió y, al margen de este contundente resultado, el proceso constituyente no logró canalizar las esperanzas de tener una nueva Constitución redactada por todos», indicó Boric. El presidente chileno confirmó que no impulsará un nuevo proceso constituyente, porque «las urgencias son otras», dijo.
Tras el fiasco que supuso la propuesta de Constitución de Boric, se impulsó un nuevo proceso, en el que la oposición obtuvo una mayoría en las elecciones de mayo pasado: 22 cupos los republicanos; 11 el conglomerado Chile Vamos, de la derecha tradicional y 17 la centroizquierda.
El Partido Republicano no estuvo de acuerdo con ninguno de los dos procesos constituyentes. Pero, aún así, postuló a más de 70 candidatos en las elecciones del Consejo Constitucional del 7 de mayo, en la que arrasó.
En cualquier caso este nuevo rechazo pone en tela de juicio los verdaderos motivos de las revueltas que originaron estos procesos constitutiyentes.
La Conferencia Episcopal ante el resultado del plebiscito
El Comité Permanente del Episcopado chileno emitió este domingo 17 de diciembre una declaración tras el rechazo a la propuesta constitucional, llamando a enmarcar la vida política y social bajo la Constitución actual. Expresan que tras los procesos terminados en rechazo, la mayoría de los chilenos valoran los acuerdos, esperando que los líderes políticos caminen por esa senda e invitando a avanzar juntos ante los desafíos que Chile tiene, más allá de las legítimas diferencias.
La seguridad, la salud, las pensiones, el crecimiento económico, la educación son mencionados como los más urgentes retos sobre los que alcanzar acuerdos, especialmente en favor de los más pobres y postergados.