(EWTN/InfoCatólica) El religioso aclaró que aunque el método fue pionero y lo hicieron personas formadas en la espiritualidad ignaciana, no se remonta hasta San Ignacio de Loyola, el fundador de la orden jesuita que desarrolló el discernimiento de los espíritus.
El P. Lusvardi, quien dijo estar familiarizado con el método de discernimiento comunitario desde que ingresó al noviciado de la Compañía de Jesús, lo calificó como «útil en algunas situaciones, menos en otras».
La idea del discernimiento comunitario, explicó Lusvardi, es que «en lugar de simplemente iniciar una discusión sobre un tema, como podría suceder en cualquier reunión de negocios, quienes participan se tomarán un tiempo para rezar individualmente en silencio. Luego volverán a reunirse, y cada persona compartirá el fruto de su oración, mientras que los demás escucharán sin interrupciones».
«Después de que todos hayan tenido la oportunidad de hablar, puede haber una segunda ronda de intercambio, donde las personas describen sus propias reacciones a lo que otros han compartido», explicó. «Esto no es una discusión de los problemas, por lo que no es el momento para exponer desacuerdos, sino una presentación de los propios movimientos interiores. El énfasis está en comprenderse antes de buscar una 'solución' a los problemas».
La escucha durante los grupos de discusión pequeños del Sínodo sobre la Sinodalidad, o «circoli minores», implicó tres rondas.
Según el padre Ivan Montelongo, sacerdote de la Diócesis de El Paso, Texas, y delegado en la asamblea sinodal del 4 al 29 de octubre, «todos pueden participar [con este método]. Hay un facilitador que se asegura de que todos compartan y nadie se quede atrás».
En la primera ronda, cada persona comparte su «propia experiencia, su propia perspectiva», dijo a CNA. En la segunda ronda, los miembros del sínodo comparten nuevamente en función de lo que les resonó de lo que otros dijeron en la primera ronda. Y durante la tercera ronda, el grupo explora «convergencias, divergencias, preguntas por explorar, acciones que quizás deban tomarse».
Este proceso también implica momentos de silencio para la oración personal y la reflexión sobre lo escuchado.
Ventajas de la escucha
«Una de las características distintivas del método es el énfasis que pone en la escucha», explicó Lusvardi.
Dado que todos tienen la oportunidad de hablar y ser escuchados, algo que puede ser inusual en un mundo muy ruidoso, el efecto puede ser «casi terapéutico», dijo el sacerdote.
«Como las personas comparten el fruto de su oración, la conversación a menudo es más paciente, abierta y respetuosa», agregó. «Llegas a conocer a las demás personas y sus vidas de fe de una manera más profunda de lo que lo harías en la mayoría de las reuniones. El énfasis está en entender antes de evaluar».
Dijo que el método puede ser muy útil para establecer un buen tono entre los participantes en una reunión. Y en un entorno parroquial o diocesano, dedicar tiempo a rezar sobre un tema antes de compartir los frutos de esa oración, «antes de sumergirse en los detalles concretos», también podría ser útil, dijo.
Límites del método
El jesuita explicó que también ve algunas desventajas en el método. Si bien es excelente para ayudar a las personas a entenderse mejor, «no es adecuado para razonamientos teológicos o prácticos (ndr:pastorales) cuidadosos o complejos».
«Hacer eso requiere un pensamiento crítico, que sopesa los pros y los contras de lo que las personas dicen. También requiere un grado de objetividad que este método no está bien preparado para proporcionar», dijo. «Una teología sólida siempre debe hacer la pregunta: 'Puede sonar bien, ¿pero es verdad?'».
El método de discernimiento comunitario enfatiza la comprensión mutua, por lo que puede ser más difícil plantear la pregunta sobre si lo que alguien dice es verdadero, argumentó Lusvardi.
«A veces las personas tienen ideas perjudiciales; aunque puede ser útil escucharlas, en algún momento es irresponsable y poco caritativo no corregir el daño. He encontrado que el proceso no siempre es adecuado para eso en la práctica».
Y el método no puede sustituir la evidencia empírica, la revelación o la enseñanza de la Iglesia, agregó, recordando que San Ignacio fue «muy claro en que no todas las cosas son objeto adecuado para el discernimiento».
«Si algo es pecado, no discernimos si hacerlo o no», explicó Lusvardi. «Si has hecho un compromiso, no discernimos si ser fiel a él o no. Solo discernimos entre cosas que son buenas».
«Si lo que te ocurre en la oración contradice lo que ha sido revelado por Jesucristo, entonces no es obra del Espíritu Santo», dijo.
El jesuita explicó que Ignacio también sabía que el espíritu maligno puede disfrazarse como ángel de luz y que las reglas de discernimiento de los espíritus del santo «pretenden ayudarnos a evitar ser engañados».
Advirtió que «porque el método produce una experiencia positiva de compartir la fe, a veces puede llevar a tomar decisiones ingenuas. El hecho de que algo ocurra en la oración no significa que sea la voluntad de Dios. Necesita ser probado por la verdad objetiva y el razonamiento, y a veces necesitamos ser autocríticos».
San Ignacio, dijo el sacerdote, también «no previó el discernimiento comunitario como una característica de la gobernanza de la orden jesuita, que está estructurada jerárquicamente».
«Por lo tanto, este método puede utilizarse para ayudar a un superior a comprender a los hombres que está liderando y sacar a la luz algunos de los sentimientos y preocupaciones que rodean los temas en discusión, pero sigue siendo el superior quien toma la decisión», dijo.