(Vatican.news/InfoCatólica) El cardenal asegura tener el corazón dividido «porque en mi comunidad hay palestinos e israelíes. Y mantenerlo todo unido, en este momento, es realmente muy complicado».
El purpurado asegura que no se puede dejar de intentar intermediar para poner fin al conflicto: «Hay que intentarlo, no se puede renunciar. Ciertamente, no se puede dejar de lado el esfuerzo por la paz».
El Patriarca denuncia que los muertos en Gaza «superan los 5.000, entre ellos muchas mujeres y niños. Y luego los barrios arrasados por los bombardeos donde no queda nada, ni agua, ni comida, ni electricidad. Una situación que no puedo comprender, lo escribí también en una carta dirigida a los fieles de mi diócesis. Los bombardeos nunca conducirán a ninguna solución».
El cierre total de la Franja de Gaza, en la que dos millones de personas están atrapadas sin productos de primera necesidad, lleva a Pizzaballa a pedir con fuerza «la apertura de corredores humanitarios que permitan atender a los heridos y acceder a los camiones de ayuda humanitaria. Al fin y al cabo, esos dos millones de personas no son todos seguidores de Hamás».
El cardenal reitera:
«Condenamos lo que hizo Hamás en el sur de Israel, son atrocidades que no tienen justificación. Pero la respuesta no puede ser matar de hambre a dos millones de personas».
El Patriarca está preocupado por la suerte de los cristianos de Gaza, que se han refugiado en dos parroquias distintas, la latina de la Sagrada Familia y la greco-ortodoxa de San Porfirio, esta última objeto de algunos bombardeos:
«Los contactos con ellos son diarios. A través de organizaciones humanitarias intentamos hacerles llegar los suministros necesarios. También hemos enviado a las autoridades la ubicación exacta de nuestras comunidades para evitar nuevas tragedias. Más, por ahora, no podemos hacer».
El cardenal está convencido de que el asunto de los rehenes israelíes en manos de Hamás es un punto central en toda la guerra, porque en ello también se juega Gaza su futuro próximo:
«Muchos canales, muchas entidades están trabajando para intentar una mediación. Pero que trabajen: cuanto menos se hable de ello, más fácil será llegar a una conclusión».
De cara al futuro, el Patriarca sostiene con firmeza que «hay que buscar la paz a toda costa. Sin embargo, la paz no debe confundirse con la victoria». Para lograr la estabilidad, explica el cardenal, ambas partes tendrán que perder algo. Es poco probable que israelíes y palestinos puedan vivir juntos, pero tendrán que hacerlo codo con codo, aunque por separado. Y debemos crear las condiciones para que esto ocurra lo antes posible.