(Fides/InfoCatólica) «Nuestro orden mundial parece necesitar una seria transformación, de lo contrario las consecuencias seguirán afectando cada vez más a las personas más frágiles que serán las primeras en perder», dice Mons. Medhin, y añade:
«Es realmente triste asistir a los escenarios de guerra que se agravan cada vez más en todo el mundo. Ahora que la atención se centra principalmente en la crisis de Oriente Medio, no queremos que Tigray permanezca en el olvido mientras la gente muere en el curso de una guerra que dura desde hace casi tres años en la región norte de Etiopía».
A pesar del acuerdo de paz firmado en Pretoria, Sudáfrica, en noviembre de 2022 la combinación de múltiples causas ha llevado a una terrible situación de crisis humanitaria. Los continuos bloqueos a la accesibilidad y a la ayuda humanitaria, la ocupación de Tigray por fuerzas extranjeras que causan todo tipo de violencia, los desplazamientos, el estancamiento de las soluciones políticas, el impacto de la creciente sequía causada por el cambio climático, el escaso acceso a recursos como el agua y los sistemas de riego, son algunas de las precarias situaciones que el eparca ha destacado. Así lo explica el prelado etíope:
«Nuestra población lleva una vida extremadamente difícil en Tigray. Más de un millón de personas (ancianos, mujeres, niños) viven en situación desesperada desde el comienzo de la guerra en 2020, en tiendas de campaña y edificios escolares improvisados -informa Medhin-. Más de un millón de personas han muerto. Sólo en las dos últimas semanas, todas las familias están experimentando un profundo duelo por la pérdida de familiares que abandonaron sus hogares como enfermeros, estudiantes, profesores, médicos, ingenieros, para ir a trabajar para salvar vidas».
El conflicto ha tenido un impacto devastador en las infraestructuras agrícolas, incluidos los sistemas de riego, las granjas y el ganado. «Esto ha perturbado unas prácticas agrícolas ya de por sí precarias, lo que ha provocado una disminución de la producción agrícola y ha agravado aún más la inseguridad alimentaria y la malnutrición», insiste el obispo de Adigrat, que da más datos sobre el drama que se vive en el Tigray:
«Cientos de miles de personas se han visto obligadas a huir de sus hogares y abandonar sus explotaciones, dejando tierras sin cultivar agravadas por las condiciones de sequía. Muchos campesinos han sido desplazados de sus tierras, lo que les imposibilita continuar con sus actividades agrícolas. Las infraestructuras hídricas, como pozos, embalses y sistemas de riego, han resultado dañadas o destruidas durante el conflicto, lo que ha interrumpido el suministro de agua para las prácticas agrícolas y el consumo humano. La destrucción de bosques y vegetación agrava la situación de sequía al reducir la retención de agua y la recarga de las aguas subterráneas. Nuestra oficina diocesana de coordinación, junto con sus socios internacionales, está intentando reparar los sistemas y las fuentes hídricas y distribuir agua mediante vehículos».
Mons. Medhin insiste en que quien más sugre es la población:
«Es terrible que sea la población pobre, aplastada por la guerra y privada de ayuda alimentaria, la que sufra. Las consecuencias de este conflicto armado han agravado las condiciones de sequía, ya de por sí precarias, provocando un aumento de la inseguridad alimentaria, la desnutrición, la falta de medicinas y la escasez de agua. Abordar tanto el conflicto como la sequía es fundamental para salvar vidas, reconstruir la región, restablecer la agricultura y garantizar el bienestar de la población afectada»
Monseñor Medhin concluye diciendo que, a menos que se apliquen inmediatamente ciertas medidas, la paz sigue estando en peligro. El Eparca insta a que se ponga en práctica la plena aplicación del acuerdo de paz de Pretoria, en particular que las fuerzas de ocupación abandonen Tigray; que se garantice la accesibilidad por carretera a todos los distritos bloqueados; que los más de un millón de desplazados internos regresen a sus hogares y distritos; y que se restablezca la ayuda alimentaria humanitaria. Y concluye:
«La comunidad internacional debe salir de su silencio , miles de personas siguen muriendo. La violencia y los enfrentamientos también proliferan en otras regiones de Etiopía, y la gente que sufre en todas partes necesita paz, alimentos, servicios básicos y justicia».