(Fides/Infocatólica) Mons. Ditangar se muestra feliz por la «primacía de la juventud» de su Iglesia. El arzobispo, que también es Presidente de la Asociación de Conferencias Episcopales de África Central, cuenta a la Agencia Fides con franqueza y realismo las tensiones y los problemas que los viejos y nuevos colonialismos siguen suscitando en la vida cotidiana de los pueblos de la región.
¿La Iglesia del Chad sigue necesitando la contribución de los misioneros del extranjero?
La nuestra es ciertamente una Iglesia profundamente marcada por los misioneros. Pero ha llegado el momento en que los misioneros europeos vayan cediendo responsabilidades a los misioneros de otros países africanos y al clero local. El problema es que cuando una nueva Iglesia se dota de instalaciones eclesiásticas, educativas y sanitarias, se encuentra con la falta de medios. El clero local depende de su pueblo; al igual que las Iglesias africanas que nos envían a sus misioneros no disponen de grandes medios de financiación. Avanzamos en la evangelización con lo que somos y tenemos.
Chad es el quinto país del mundo en número de refugiados per cápita en relación con la población. ¿Cómo se afronta esta situación?
En Chad no hay actualmente ninguna guerra abierta, pero nuestra región está marcada por los conflictos en los Estados vecinos. Así, hemos acogido a refugiados centroafricanos, nigerianos que huían de Boko Haram y, más recientemente, sudaneses a causa de la guerra civil en su país. Efectivamente, Chad es el país del continente que más refugiados ha acogido en relación con su población . Pero también es cierto que Chad es un país «artificial», cuyas fronteras (ndr:trazadas por los colonizadores) son percibidas como antinaturales por los habitantes de ambos lados de la frontera, que pertenecen al mismo pueblo. Y cuando al otro lado de la frontera estas personas tienen dificultades, acuden a Chad porque encuentran a los suyos, las mismas familias que les acogen. Pero esto no significa que Chad tenga por sí solo los medios para acoger a todos estos refugiados. Por eso se pide cada vez más ayuda internacional a favor de las organizaciones chadianas que se ocupan de asistir a estas personas. A nivel estatal, estas organizaciones tienen dificultades para funcionar correctamente debido a la corrupción; sin embargo, creo que el gobierno hace todo lo posible por acoger a quienes buscan refugio en Chad.
Un «país artificial» creado al reunir zonas con poblaciones muy diferentes. Pero, ¿sigue siendo válido el esquema «norte musulmán - sur cristiano»?
Las cosas han cambiado sobre todo después de la guerra civil, que alcanzó su punto álgido entre 1979 y 1985 y que se ha prolongado durante algún tiempo, pues aún sufrimos sus consecuencias. Además, los periodos de grave sequía de los años 80, junto con la guerra civil, provocaron fuertes movimientos internos de población. Varios agricultores musulmanes del norte se han trasladado al sur en busca de pastos, trayendo consigo su propia organización social que no reconoce la organización local y a veces ni siquiera la estatal. Y esto plantea un problema. Además, con la guerra civil, muchos militares, originarios del norte, se han instalado en el sur. Todo esto significa que hay mucha presión sobre la población del sur. Ahora hay tantos musulmanes en el sur como cristianos, el norte está prácticamente vacío aparte de los oasis. La población del norte se ha trasladado en gran parte al sur, donde la vida es más fácil. Esto crea problemas con la población autóctona y surgen tensiones religiosas.
Por consiguiente, el diálogo interreligioso es muy importante...
Hay distintos niveles de diálogo. Tenemos el diálogo «natural» entre vecinos, entre personas que viven en las mismas zonas. Luego tenemos el diálogo algo distorsionado a nivel nacional, en el que el Estado a menudo utiliza las religiones como medio para imponerse. El Estado no tiene mucha autoridad sobre el pueblo, mientras que los líderes religiosos tienen un fuerte control sobre sus creyentes. Así que el Estado presiona a los líderes religiosos, musulmanes y cristianos, para conseguir sus objetivos. Por eso nos hemos asegurado de que el diálogo interreligioso esté fuera del alcance del Estado, que intenta influir en él en su propio beneficio.
¿Qué consecuencias cree que pueden tener para Chad los golpes de Estado en los Estados vecinos?
Chad formaba parte del llamado G5 Sahel formado por 5 estados sahelianos (Chad, Mauritania, Mali, Burkina Faso y Níger) para contrarrestar a los grupos yihadistas. Ahora 3 de los 5 estados han abandonado esta formación: Mali, Burkina Faso y Níger. Quedan dos países que poco pueden hacer ahora por sí solos. La presencia militar de Francia en el Sahel se concentra actualmente en Chad, donde incluso aquí la población empieza a agitarse y se opone a que el país se convierta en el último bastión de París en la zona. Puede que Francia recupere su lugar en el Sahel, pero debe superar la desconfianza de las poblaciones de la región, que la perciben como una potencia que pretende imponerse por la fuerza para explotar los recursos locales. Chad exporta petróleo, pero en su propia capital, Yamena, hay barrios que sólo tienen electricidad dos o tres días a la semana. Lo mismo ocurre en Níger, que exporta uranio para alimentar centrales nucleares en otros países, pero que no tiene electricidad. En nuestros países, toda la riqueza nacional está en manos de un puñado de personas, mientras que el resto de la población languidece en la pobreza. Si Francia tiene la inteligencia de imponer un desarrollo comunitario, dirigido eficazmente a las poblaciones locales, construyendo carreteras, escuelas y hospitales, podrá volver a ganarse nuestra estima.
Crece la influencia de China y Rusia
Se da la circunstancia de que en África está creciendo la influencia de China, país que sí se dedica a construir infraestructuras -puertos, carreteras y ferrocarriles- a cambio de hacerse con los recursos naturales. Y también Rusia ha aumentado su presencia e influencia en el continente a través de sus soldados y mercenarios, que combaten el yihadismo, tal y como manifestó el año pasado Mons. Juan José Aguirre, obispo de Bangasú (República Centroafricana).