Francisco asegura que el pecador puede redimirse mientras que el corrupto lo tiene mucho más difícil

«¿Cuándo me equivoco, estoy dispuesto a arrepentirme y a regresar sobre mis pasos?»

Francisco asegura que el pecador puede redimirse mientras que el corrupto lo tiene mucho más difícil

Durante el rezo del Ángelus celebrado ayer en la plaza de San Pedro, el papa Franciso comentó el evangelio donde San Mateo presenta la parábola de los dos hijos, uno que parce que no obedece al padre pero lo hace, y el otro obra exactamente al revés. Y exhortó a los fieles a preguntarse cuál es su actitud.

(InfoCatólica) El Papa usó el ejemplo de los dos hermanos para intentar explicar la diferencia entre ser pecador y ser corrupto:

«Miremos al hijo que dice «sí», pero luego no va. Él no quiere hacer la voluntad del padre, pero tampoco quiere ponerse a discutir y hablar. Así se esconde detrás de un «sí», detrás de un falso asenso, que esconde su pereza y por el momento le salva la cara. Es un hipócrita. Se escabulle sin conflictos, pero engaña y desilusiona a su padre, faltándole el respeto de peor forma de lo que habría hecho un franco «no». El problema de un hombre que se comporta así es que no es solo un pecador, sino también un corrupto, porque miente sin problemas para cubrir y camuflar su desobediencia, sin aceptar algún dialogo, o enfrentamiento honesto».

En cuanto al buen hijo:

«El otro hijo, aquel que dice «no» pero luego va, es en cambio sincero. No es perfecto pero sincero. Ciertamente, nos hubiera gustado verlo decir «sí» inmediatamente. Pero no es así, al menos, manifiesta de manera franca y en un cierto sentido valiente su reticencia. Se asume, por lo tanto, la responsabilidad de su comportamiento y actúa bajo la luz del sol. Luego, con esta honestidad de base, termina poniéndose en discusión, llegando a entender que se ha equivocado y regresando por sus pasos. Es, podremos decir, un pecador, pero no un corrupto. Escuchen esto: éste es un pecador, pero no es un corrupto. Y para el pecador hay siempre esperanza de redención; para el corrupto, en cambio, es mucho más difícil. De hecho, sus falsos «sí», aparentemente elegantes pero hipócritas y sus ficciones convertidas en habito son como un grueso «muro di goma», detrás del cual se resguarda de la voz de la conciencia. Y estos hipócritas hacen tanto daño. Hermanos y hermanas, pecadores sí, todos somos pecadores, ¡corruptos no! ¡Pecadores sí, corruptos no!»

El Papa pidió hacer un examen de conciencia

Mirémonos ahora a nosotros mismos y, a la luz de todo esto, hagámonos alguna pregunta. ¿Frente al cansancio de vivir una vida honesta y generosa, de comprometerme yo -cada uno dice, me comprometo- según la voluntad del Padre, estoy dispuesto a decir «sí» cada día, aunque cueste? Y cuando no lo consigo, soy sincero en el enfrentarme con Dios sobre mis dificultades, mis caídas, ¿mis fragilidades? Y cuando digo «no», ¿vuelvo atrás? Habla con el Señor sobre esto. ¿Cuándo me equivoco, estoy dispuesto a arrepentirme y a regresar sobre mis pasos? ¿O hago como si nada y vivo llevando una máscara, preocupándome solo en aparecer como bueno y correcto? En definitiva, soy un pecador, como todos, ¿o hay en mi algo de corrupto? No lo olviden: pecadores sí, corruptos no.

 

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