(Vatican.news/InfoCatólica) «La cumbre sobre los ODS (ndr: Objetivos de Desarrollo Sostenible) no debe servir de plataforma para declaraciones abstractas que se limiten a apaciguar nuestras conciencias, sino que debe utilizarse para intensificar los esfuerzos y acelerar los progresos para llevar al mundo por una senda sostenible y resiliente». El Arzobispo Paul Richard Gallagher, Secretario de la Santa Sede para las Relaciones con los Estados y las Organizaciones Internacionales, comenzó recordando la admonición del Santo Padre Francisco a la Asamblea General de la ONU el 25 de septiembre de 2015, en su discurso en el Diálogo de Líderes 6 dedicado a «Movilizar la financiación y la inversión y los medios de implementación para lograr los ODS», como parte del Foro Político de Alto Nivel sobre Desarrollo Sostenible bajo los auspicios de la Asamblea General, que se está celebrando en las Naciones Unidas en Nueva York.
Esto significa, explicó el Arzobispo, «tomar medidas concretas para hacer frente a los grandes desafíos de nuestro tiempo, en particular la guerra y los conflictos, la pobreza y el hambre, la violencia, la exclusión social, el cambio climático y la degradación del medio ambiente, y la omnipresente cultura del descarte», en nombre de la cual «las personas dejan de ser consideradas un valor primario que hay que cuidar y respetar, especialmente si son pobres o discapacitadas», y son descartadas como «todavía no útiles», como los no nacidos, o «ya no necesarias, como los ancianos».
La sostenibilidad y la resiliencia, por tanto, requieren «medidas con visión de futuro». De hecho, la Agenda 2030 «no es simplemente una cuestión de movilizar más recursos y diseñar herramientas más eficaces para superar los numerosos retos técnicos que plantea la consecución de los objetivos de desarrollo sostenible». «Por el contrario» subrayó Gallagher, «se trata ante todo de comprometerse y aplicar un nuevo modelo de desarrollo que tenga a la persona humana en el centro, se oriente hacia el bien común y se fundamente en principios éticos de justicia, solidaridad y responsabilidad compartida». Para que la Agenda 2030 siga siendo «un importante signo de esperanza», una esperanza «que hace que las cosas sucedan y cambia vidas», concluyó, haciéndose eco de nuevo de las palabras del Papa Francisco, es importante «nuestro compromiso genuino con el multilateralismo como expresión de un renovado sentido de corresponsabilidad global con la contribución de toda la familia humana».