(ACIPrensa/InfoCatólica) Este jueves 7 de septiembre se cumplió un año desde que la religiosa María de Coppi, perteneciente a las Misioneras Combonianas en Chipene, fuera brutalmente asesinada por terroristas yihadistas.
La hermana María de Coppi había ofrecido su labor más de 59 años en el país africano de Mozambique, en una región pertenece a la Diócesis de Nacala. El obispo de su diócesis asegura que muy posiblemente la causa de su canonización se ponga en marcha pronto.
En el momento que sucedieron los hechos, Sor María se encontraba en la casa de las Hermanas, que está junto a la iglesia parroquial, cuando la casa empezó a prenderse en llamas. Sor María, a pesar de su avanzada edad (pues contaba con 84 años) partió rápidamente a los dormitorios, donde se encontraban varios estudiantes para intentar salvarlos, sin embargo, varios yihadistas la encontraron en el camino y la asesinaron a tiros.
Las hermanas Eleonora Reboldi y Ángeles López Hernández eran las únicas otras dos que también se encontraban en la casa, pero sí lograron escapar junto a un grupo de niñas.
El obispo de Nacala, monseñor Alberto Vera, quien llegó a ser cercano de Sor María, aseguró que todos la consideraban como su madre: «Su dedicación, desde que llegó hace 59 años, fue siempre trabajar en la paz», y dijo que ella siempre «escuchaba, atendía y acompañaba a todos los mozambiqueños pobres de la Misión, a todos los cristianos y también a los musulmanes».
En cuanto a los responsables del atentado, el obispo afirmó: «Son jóvenes que están engañados por motivo de dinero. Han asumido las armas. Esto comenzó hace 20 años, cuando aquí se empezaron a construir cierto tipo de mezquitas fundamentalistas».
Con motivo del aniversario de su fallecimiento, su sobrina, Gabriella Bottani, tuvo una entrevista con Vatican News en la que relató que, en el momento del accidente, se encontraban en medio de una llamada telefónica, «así que fui yo quien dio la voz de alarma».
«Oí disparos y luego silencio. Enseguida me di cuenta de que había ocurrido algo grave y de que, como no oía gemidos, sino otras voces, probablemente habían matado a mi tía. No podía ver, pero fui testigo auditivo del martirio de mi tía», afirmó Sor Gabriella.
Asimismo, Sor Gabriella también contó que Sor María se identificaba como una mozambiqueña más, que «formaba parte del pueblo» y que por esto la suya es una muerte «que nace de la constancia de la vida cotidiana, del encuentro con el otro».
Sor Gabriella afirma que su tía vivió «un amor que se construye» y trabajó duro por vivir un servicio en el que se construyera la paz en comunidad, entre sus hermanas, los sacerdotes, y junto a todos los cristianos y musulmanes.