(Agencias/InfoCatólica) En torno a 2.500 personas participaron en la Santa Misa del Papa Francisco en Mongolia este 3 de septiembre. Algunos han llegado de la repúblicas centro asiáticas o de Corea del Sur o Vietnam.
El Steppe Arena (Estadio de la Estepa), una moderna instalación dedicada a acoger competiciones de deportes sobre hielo acogía la celebración.
Antes del comienzo, el Santo Padre recorrió las instalaciones entre el entusiasmo de los presentes que vitorearon al Pontífice, muchos de ellos ataviados con los trajes típicos mongoles.
«Nómadas de Dios»
El Papa Francisco comenzó su homilía, pronunciada en italiano, haciendo referencia al Salmo 63: «Mi alma tiene sed de Ti, por Ti suspira mi carne como tierra sedienta, reseca sin agua».
El Pontífice invitó a contemplar dos aspectos de esta palabra: «La sed que nos habita y el amor que apaga la sed» y llamó a reconocer esa necesidad de agua en la aridez de la vida».
«Todos, en efecto, somos ‘nómadas de Dios’, peregrinos en búsqueda de la felicidad, caminantes sedientos de amor. El desierto evocado por el salmista se refiere, entonces, a nuestra vida; somos esa tierra árida que tiene sed de un agua límpida, un agua que apaga la sed profundamente», expresó.
A este respecto, el Pontífice consideró «la fe cristiana responde a esta sed; la toma en serio; no la descarta, no intenta aplacarla con paliativos o sustitutos» y su contenido es, por tanto, «el amor que apaga la sed».
Rememorando los comentarios a los salmos de San Agustín, el Santo Padre subrayó que Dios se compadece de quienes viven en un desierto mostrando a Cristo como un camino en medio de la aridez y enviando mensajeros.
«El Señor no nos hace faltar el agua de su Palabra», en especial a través de los predicadores y los misioneros, destacó el Pontífice en un país de misión.
En el relato evangélico proclamado este domingo se produce el primer anuncio de la Pasión. En él, el Señor reprocha a San Pedro la mundanidad de sus pensamientos que niegan la Cruz por la que ha de pasar.
El Papa, afirmó a este respecto que «si pensamos que para apagar la sed de la aridez de nuestra vida sean suficientes el éxito, el poder, las cosas materiales, esta es una mentalidad mundana, que no lleva a nada bueno, sino que además nos deja más secos que antes».
En cambio, señaló, «este es el mejor camino de todos: abrazar la Cruz de Cristo», que es «una noticia desconcertante y extraordinaria» que se encuentra «en el corazón del cristianismo».
El contenido de esta novedad es que «cuando pierdes tu vida, cuando la ofreces generosamente, cuando la arriesgas comprometiéndola en el amor, cuando haces de ella un don gratuito para los demás, entonces vuelve a ti abundantemente»:
Así, el Papa resumió la verdad «que Jesús quiere revelar a todos, a esta tierra de Mongolia: para ser felices no hace falta ser grandes, ricos o poderosos» pues sólo el amor apaga la sed de nuestro corazón, cura las heridas y da la verdadera alegría, resumió.
El seguimiento de este camino, prosiguió el Papa, conlleva «luchar contra los egoísmos personales y mundanos». Esto implica esfuerzo y sacrificio y, en ocasiones, «tener que subir a la Cruz».
Sin embargo, «no es menos cierto que cuando perdemos la vida por el Evangelio, el Señor nos la da en abundancia, llena de amor y alegría, para la eternidad», concluyó el Pontífice.