(LifeNews/InfoCatólica) El autoritarismo médico sigue expandiéndose en el Reino Unido. Los lectores recordarán los casos de Alfie Evans y Charlie Gard, bebés con enfermedades catastróficas a los que los tribunales no permitieron sacar de sus hospitales -como deseaban sus padres- para recibir tratamiento en otro lugar.
Ahora, un tribunal ha dictaminado que una paciente de 19 años, consciente y capaz, a la que en los documentos legales se denomina «ST», con una enfermedad aparentemente terminal, no puede decidir continuar con un tratamiento que le prolongue la vida, después de que el hospital interpusiera una demanda para poder trasladarla a cuidados paliativos en contra de su voluntad. Del fallo judicial en el que interviene el National Health Service Trust (el subrayado es mío):
El caso del Trust es que ST está «muriendo activamente». En el transcurso de las declaraciones orales que se han escuchado del Dr. A, el especialista que dirige su atención en la UCI, está que esta evaluación no significa que su muerte sea necesariamente inminente. Puede que le queden semanas o incluso meses de vida. El pronóstico exacto es incierto. Lo que está claro a partir de la observación clínica es que tiene una insuficiencia respiratoria progresiva con episodios de exacerbación aguda que provocan disnea, angustia y agitación. El plan de cuidados actual se basa en la retirada de la hemodiálisis, aunque la ventilación continuará.
ST es consciente de ello, pero quiere seguir luchando por su vida. De nuevo, de la sentencia, por el juez que preside el caso:
A pesar de todas las dificultades a las que se enfrenta actualmente, ST es capaz de comunicarse razonablemente bien con sus médicos con la ayuda de su madre y, en ocasiones, de logopedas. En el transcurso de la última semana se ha sometido a dos evaluaciones distintas de su capacidad.
ST se ve a sí misma en busca de una esperanza a través de un tratamiento experimental con nucleósidos fuera del Reino Unido. Aunque reconoce que su vida podría ser más corta de lo normal, está decidida a luchar por prolongarla. Ha compartido su deseo con el Dr. C, un psiquiatra, expresando su determinación de intentar todo lo posible para vivir. No quiere pasar a cuidados paliativos en este momento, ya que su objetivo es mantenerse viva el tiempo suficiente para viajar a Canadá o Norteamérica y tener la oportunidad de participar en un ensayo clínico. Su enfoque se centra en buscar una mejor calidad de vida y una posible cura.
ST desafía el pronóstico médico pesimista que le han dado y se muestra incrédula ante la perspectiva de su propia muerte. Su deseo es que el tribunal respalde su autonomía para tomar la decisión de luchar por su vida y buscar opciones de tratamiento en el extranjero.
El tribunal se opone a la autonomía de ST a pesar de que dos psiquiatras han afirmado que es competente para tomar decisiones. La razón es que ST reconoce que sus posibilidades de supervivencia son mínimas, pero no las considera inexistentes y busca un tratamiento experimental. Además, prefiere luchar por su vida en lugar de recibir cuidados paliativos, considerando esto como un derecho humano.