(Vatican.news/InfoCatólica) Cuando digan: «¡Elvira ha muerto!», hay que cantar, bailar, celebrar... ¡porque estoy viva! Ay de ti si dices: «pobrecita...». ¡No, «pobrecita» no! Voy a estar tranquila y feliz y voy a cantar, ¡cantar ya! Algo grande se abrirá ante mí... ¡la vida no muere!».
Con estas palabras, Madre Elvira preparaba a sus colaboradores y a los jóvenes de la Comunidad Cenáculo que fundó para su paso a la vida eterna.
La elección de dedicarse al prójimo
La religiosa, bautizada con el nombre de Rita Agnese Petrozzi, nació en Sora, provincia de Frosinone -región italiana del Lacio-, el 21 de enero de 1937, en el seno de una familia sencilla que emigró a Alessandria, al norte de la península, durante la Segunda Guerra Mundial. De niña, vivió con su familia las dificultades y miserias de la posguerra, experimentando la providencia divina. A los 19 años ingresó en el convento de las Hermanas de la Caridad de Santa Juana Antida Thouret y, a mediados de los años setenta, Sor Elvira sintió el deseo de dedicarse por entero a los jóvenes perdidos y desamparados, víctimas de la drogadicción y el alcoholismo, un deseo que no se hizo realidad hasta 1983: fue el 16 de julio de ese año cuando fundó la Comunidad Cenáculo en la ciudad de Saluzzo, en la provincia de Cuneo, en la región italiana de Piamonte.
La Comunidad Cenáculo, una familia para los necesitados
Así tomó forma su deseo de una comunidad que no fuera sólo una obra social o asistencial, sino sobre todo una familia fundada en la fe, donde los jóvenes se sintieran acogidos y amados a pesar de sus sombras, sus fragilidades, sus heridas. A lo largo de los años, a Madre Elvira se unieron jóvenes voluntarios, familias, hermanos y hermanas, que recibieron la llamada de Dios para dedicar su vida a las obras de la Comunidad, entre ellos las Hermanas Misioneras de la Resurrección. Hoy la Comunidad está presente no sólo en Italia sino en muchos otros países, en particular en Iberoamérica.
Testigo del amor de Dios
Madre Elvira falleció el jueves 3 de agosto por la mañana, a la edad de 86 años, a causa de una enfermedad que, aunque la privó del uso de la palabra y de los gestos cotidianos, no pudo quitarle la luz de los ojos y su habitual sonrisa. Murió en la casa de formación de la Comunidad Cenáculo de Saluzzo, donde vivía desde hacía algunos años, testimoniando hasta el final el amor de Dios por los que ella misma amaba: los últimos, los más necesitados. La cámara mortuoria de Madre Elvira se instalará a partir del 4 de agosto en la Casa de Formación de las Hermanas Misioneras de la Resurrección de Saluzzo. La fecha del funeral será anunciada por la Comunidad Cenáculo.