(Aica/InfoCatólica) El Papa recordó que en este Domingo del Mar la liturgia de la Palabra propone una oración muy hermosa de Jesús: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños».
El pontífice reflexiona primero sobre «las cosas por las que Jesús alaba al Padre», recordando que, poco antes, el Señor ha recordado algunas de sus obras: 'Los ciegos ven, los leprosos son purificados y la Buena Noticia es anunciada a los pobres' y revela su significado diciendo que «son los signos del obrar de Dios en el mundo».
«El mensaje, entonces, está claro – dijo– Dios se revela liberando y sanando al hombre con un amor gratuito que salva. Por esto Jesús alaba al Padre, porque su grandeza consiste en el amor y no actúa nunca fuera del amor».
No obstante, Francisco advirtió: «Esta grandeza en el amor no es comprendida por quien presume de ser grande y se fabrica un dios a su propia imagen: potente, inflexible, vengativo«. En otras palabras, agregó, «no consigue acoger a Dios como Padre quien es orgulloso y está lleno de sí mismo, preocupado solo por sus propios intereses, convencido de que no necesita a nadie».
El Papa prosigió reflexionando sobre el Evangelio del día, asegurando que «Jesús nombra a los habitantes de tres ciudades ricas de aquel tiempo: Corozaín, Betsaida y Cafarnaúm, donde ha realizado numerosas curaciones, pero cuyos habitantes han permanecido indiferentes a su predicación».
«Para ellos – aseguró el Santo Padre – los milagros han sido tan solo eventos espectaculares, útiles para ser noticia y alimentar las charlas; una vez agotado este interés pasajero, los han dejado de lado, quizá para ocuparse de otra novedad del momento. No han sabido acoger las grandes cosas de Dios».
Por último, el Papa explicó que los pequeños, en cambio, saben acoger las cosas de Dios. «Los pequeños son aquellos que, como los niños, se sienten necesitados y no autosuficientes, están abiertos a Dios y dejan que sus obras los asombren. ¡Ellos saben leer sus signos y maravillarse por los milagros de su amor!» asegura el Papa y pregunta a los fieles presentes: » Cada uno de vosotros: ¿sabemos maravillarnos de las cosas de Dios o las tomamos como cosas pasajeras?.
Nuestra vida está llena de milagros
«Nuestra vida está llena de gestos de amor, signos de la bondad de Dios. Sin embargo, ante ellos, también nuestro corazón puede acostumbrarse y permanecer indiferente, o curioso pero incapaz de asombrarse, de dejarse 'impresionar'». Es esta la conclusión final del Papa con la que advirtió que 'impresionar' es un bonito verbo que hace pensar en la película fotográfica: «Este es la actitud correcta ante las obras de Dios: fotografiar en la mente sus obras, para que se impriman en el corazón, a fin de revelarlas en la vida mediante muchos gestos de bien, de modo que la 'fotografía' de Dios-amor se haga cada vez más luminosa en nosotros y a través de nosotros».