(Asia News/InfoCatólica) Cerca de cinco mil fieles, cuatro sacerdotes y otras tantas religiosas asistieron a la inauguración el 13 de mayo. El lugar de culto se encuentra en la zona donde muchos cristianos se habían refugiado en 2008 durante los pogromos en Kandhamal, que dejaron más de 100 muertos y 50.000 desplazados.
El santuario mariano de Sugadabadi, explica a AsiaNews Bijay Mallick, uno de los animadores de la novena de oración y meditación previa a la apertura, entre el 4 y el 12 de mayo, es «una ocasión de gran alegría». «Si estamos vivos y a salvo -continúa- es porque la Virgen María nos protegió de los fundamentalistas y de los que nos perseguían en 2008» y porque la Virgen «es más fuerte que las amenazas de los fundamentalistas hindúes».
Hoy, añade Sagar Digal, comienza «la fiesta de Nuestra Señora de Fátima cuya intercesión nos ha acercado a Dios y fortalecido nuestra fe en Jesús». Los cristianos de la zona, prosigue Peter Digal, han vivido momentos traumáticos de «dolor psicológico y agonía, sobre todo los más pequeños» y ese horror es un recordatorio de lo «cruel que es el fundamentalismo hindú con los cristianos».
La aldea católica de Sugadabadi está formada por 120 familias que todavía llevan grabado en la memoria el drama que vivieron hace casi 15 años atrás, con incendios, devastación, muertes y más de 50.000 personas que huyeron a la selva a pesar de la amenaza de los animales salvajes. Pero hoy es un momento de celebración, y los sacerdotes y religiosas conducen a la comunidad hacia el nuevo lugar de culto mariano acompañados por bailes, cantos, himnos y oraciones. Bendijo el santuario el P. Pradosh Chandran Nayak, vicario general de la archidiócesis de Cuttack-Bhubaneswar. «La celebración de la fiesta de Nuestra Señora de Fátima en el nuevo santuario -subrayó el sacerdote- pone de manifiesto nuestra profunda fe en Dios y el poder de intercesión de María».
«Cuando rezamos en el santuario recibimos paz mental, iluminación, orientación y guía. «Dios es uno, pero los caminos son diferentes. Nos necesitamos unos a otros -concluye Jharana Pradhan, la mujer que trabajó incansablemente y sin miedo para convertir esta montaña en un santuario-, a pesar de nuestras diferencias de fe».