(Ecclesia/InfoCatólica) Este domingo, en el programa ‘Ecclesia’ de TRECE, han tratado de aportar algo de luz a este ministerio de la Iglesia, hablando con un sacerdote que ejerce como exorcista desde hace 10 años en la Archidiócesis de Madrid, el padre Eduardo Toraño.
Los exorcistas son sacerdotes enviados por un obispo para atender a las personas de las que se ha discernido tienen una posesión o una acción extraordinaria del demonio. «Nos gustaría que el demonio no existiera, pero existe», explica el sacerdote, que recuerda las palabras del Catecismo repetidas por el Papa Francisco con frecuencia: «Cuando el padrenuestro dice ‘líbranos del mal’, no es una abstracción, el mal es un ser personal».
El P. Toraño recuerda además que quien niega la existencia del demonio se sitúa fuera de la enseñanza de la Iglesia.
Según explica en ‘Ecclesia’, el demonio obra por dos acciones. De forma ordinaria, a través de la tentación, una inducción al mal que afecta a todas las personas y que las lleva al pecado, y de forma extraordinaria. Esto supone un mal, el demonio hace un daño en el plano psicofísico, afectando al cuerpo. Pero, ¿cómo puede alguien pensar que se encuentra en esta situación?
Es un tema complejo y delicado. Hay diferentes tipos de acción, como la infestación (ruidos no naturales, cuestiones externas), la vejación (que afecta al cuerpo) o la obsesión diabólica (que afecta a la mente). Pero antes de hablar del demonio, es necesario distinguir su origen, y realizar un profundo discernimiento, para separarlo de la faceta personal o psicológica. También hay que saber separar entre los extremos del racionalismo escéptico y del demonismo exagerado. «El ritual de los exorcismos aconseja que se consulte con médicos, psicólogos y psiquiatras para descartar anomalías psíquicas».
Los exorcismos, explica el padre Eduardo, son un sacramental. «Una acción instituida por la Iglesia, una ayuda para renovar la gracia que dan los sacramentos, como las bendiciones». El exorcismo es una oración de bendición que toma a la persona para que se vea acompañada, consolada y, en los casos en los que el rito lo requiere, una conjura para que el demonio salga de la persona.
Sin embargo, también es importante distinguir la realidad de estos ritos de lo que nos muestran las películas. «El elemento principal es pedir a Dios la liberación de la persona a la que se le realiza el exorcismo, con la intercesión de la Virgen María y de los santos. La otra parte, es la exhortación al demonio para que salga de la persona, con la Liturgia de la Palabra y las letanías». Un rito cuya duración depende de la persona, la reacción y la gravedad de la posesión.
«Pueden ocurrir cosas extraordinarias o llamativas, y de hecho ocurren, pero lo importante es la acción y el poder de Dios en esa oración. No hay que concebir los exorcismos como algo mágico. Cuando Dios permite la acción del maligno en esa persona, es para obtener un mayor bien. Hay personas incluso no bautizadas que se han convertido después de vivir cosas extrañas». Todo esto requiere un proceso de conversión y sanación que no sucede de un día para otro. Al final, el proceso de un exorcismo no deja de depender de cada persona y de la voluntad de Dios.