(InfoCatólica) Según el Papa, los mártires son hombres y mujeres de todas las edades, lenguas y naciones que han dado la vida por Cristo. La palabra «mártir» significa «testimonio», y en la Iglesia se usa para indicar a quien da testimonio hasta el derramamiento de la sangre. Los mártires no deben ser vistos como «héroes» que han actuado individualmente, sino como frutos maduros y excelentes de la viña del Señor, que es la Iglesia. Los cristianos, participando en la Eucaristía, eran conducidos por el Espíritu a configurar su vida en el misterio de amor: el hecho que el Señor Jesús había dado su vida por ellos y, por tanto, también ellos podían y debían dar la vida por Él y por los hermanos. San Agustín subraya a menudo esta dinámica de gratitud y de intercambio gratuito del don.
El martirio, indica el Pontífice, en el que el discípulo se asemeja al Maestro, es estimado por la Iglesia como un don eximio y la suprema prueba de amor. Los mártires, imitando a Jesús y con su gracia, convierten la violencia de quien rechaza el anuncio en una ocasión suprema de amor, que llega hasta el perdón de los propios verdugos. Aunque son solo algunos a los que se les pide el martirio, todos deben estar prestos a confesar a Cristo delante de los hombres y a seguirle, por el camino de la cruz, en medio de las persecuciones que nunca faltan a la Iglesia.
Francisco ha asegurado que hay muchos mártires en la Iglesia en la actualidad, más que en los primeros siglos. Por confesar la fe cristiana, son expulsados de la sociedad o van a la cárcel. El Concilio Vaticano II nos recuerda que los mártires perdonan siempre a los verdugos. Interesante esto: los mártires perdonan siempre a los verdugos. Esteban, el primer mártir, murió rezando: «Señor, perdónales, no saben lo que hacen». Los mártires rezan por los verdugos.
Y ha concluido diciendo que los mártires son un ejemplo para todos los cristianos, de que deben estar prestos a confesar a Cristo y seguirlo, incluso en medio de las persecuciones que nunca faltan a la Iglesia.