(Agencias/InfoCatólica) El libro reúne meditaciones del cardenal guineano sobre el que describe como su «maestro espiritual», así como diez textos del 265º pontífice. Sarah destaca el legado de Benedicto XVI en el ámbito litúrgico y denuncia maniobras en el seno de la Curia romana.
El cardenal no ataca al Papa Francisco, a quien está dedicado el libro y a quien describe como un «buen padre», pero acusa a «ciertos miembros de la Curia» de ser «lobos» que merodean alrededor del Papa y obstaculizan la reconciliación con las comunidades tradicionalistas.
Sarah también hace un llamado a la meditación sobre el ejemplo de Benedicto XVI en un momento en que, «con el pretexto de una Iglesia inclusiva y sinodal», se llega a «silenciar la verdad» y a excluir a personas de la Iglesia «en nombre del consenso».
El cardenal asegura que Benedicto XVI tenía «la mirada de un padre y la sonrisa de un niño». El libro, de 250 páginas, recopila meditaciones del cardenal guineano sobre su «maestro espiritual» y diez textos del papa emérito. En él, el purpurado habla sobre el legado litúrgico de Benedicto XVI y denuncia maniobras en el seno de la Curia romana. Además, el libro también incluye un prefacio y un ensayo de 40 páginas titulado «Portrait mystique de Benoît XVI».
El cardenal Sarah traza el retrato de un Benedicto XVI al que admiraba, un hombre «feliz con una alegría celestial» con «ojos luminosos» y recuerda su «voz suave, temblorosa ante el misterio» de la existencia de Dios. También destaca su paternidad, ejercida como sacerdote, cardenal y luego como Papa, y lo describe como una autoridad afectuosa vivida con «extrema modestia».
El cardenal lamenta que Benedicto XVI haya sido víctima de «jaurías mediáticas desatadas» y de «burlas por parte del mundo católico», pero defiende su actitud de no haber actuado como un político. El cardenal subraya que el papa emérito no ha multiplicado sus nombramientos cardenalicios para influir en un futuro cónclave, ni ha descartado a sus adversarios. Según él, se trata de una manifestación de su «voluntad mística de entrar en el ejercicio paternal del poder».