(Asia news/InfoCatólica) En un Líbano que «oculta su pobreza», crecen las desigualdades. A pocos días de celebrar la Pascua, las privaciones se hacen sentir de manera aún más cruel en algunos sectores de la población, privados de todo. «¡Pascua es compartir! Dios compartiendo su vida con nosotros, ¡y nosotros con los demás!», asegura el padre Elie Sfeir, coadjutor de la parroquia maronita de la Resurrección. La iglesia se encuentra en una región relativamente acomodada del país, y todos los meses ayuda con 100 euros a 30 familias necesitadas, un gesto que marca la diferencia para estas personas..
«Es reconfortante ver que nuestras iglesias están repletas. La crisis ha despertado la conciencia de muchos», confirma uno de los tantos colaboradores que ayudan en la parroquia. «Sin embargo, las tiendas y los comercios están vacíos. En el sector de la indumentaria, las liquidaciones se multiplican».
«Me han contado que una cajera de la cadena de ropa Zara tuvo que intervenir con dureza para poner orden entre la multitud» la víspera del Domingo de Ramos, explica el padre Elie. «En mi opinión», añade, «¡estos compradores forman parte de las familias expatriadas en Dubai o Abu Dabi!». Aprovecha para señalar que 130 familias de su parroquia abandonaron el país en los dos últimos años. La mayoría se instaló en países del Golfo.
«De todos modos, ya no hay ricos en Líbano», prosigue. «Su dinero está en los bancos. Sólo quedan aquí los nuevos ricos, que cobran en 'dólares al contado', y los nuevos pobres, los que siguen cobrando sus sueldos en liras libanesas, que son la inmensa mayoría»
«En general, los libaneses tratan de ocultar su pobreza», explica Roland, un hombre de unos 50 años, intérprete de profesión, que reparte su tiempo entre el país de los cedros y el extranjero. «Muchos libaneses se retrasan con los alquileres, es uno de los primeros signos de pobreza. Pero los ricos de esta región viven en una burbuja», comenta.
«Todos hemos reducido nuestro estilo de vida», añade su esposa. «El chocolate ha desaparecido de nuestras bomboneras de porcelana», cuenta. Lo mismo sucede con «otras cosas sencillas que se han vuelto demasiado caras, como los huevos de colores, las invitaciones con amigos, las salidas y los tradicionales 'maamouls' [galletas rellenas de almendra], que siempre han marcado la fiesta. Intentamos evitar el despilfarro». Mireille y Khawla, dos hermanas responsables de una ONG que distribuye medicinas y alimentos a los más pobres, 'Hacia el Oriente Tradicional', confirman el empobrecimiento repentino de la clase media. La gente vio cómo sus ahorros eran congelados por los bancos en 2019 y en el último tiempo sus ingresos se han derretido como la nieve al sol.
«Esta asociación ayuda de diferentes maneras», explican estas madres de familia, que reciben donaciones de Lyon, donde vive uno de sus hermanos, y de una asociación cristiana de Alemania. «Todo depende de lo que recibamos, aunque suelen ser medicamentos». Las dos hermanas acaban de ayudar a una pareja de jubilados que ha caído en la pobreza. El hombre está enfermo de cáncer. Para vivir y poder seguir el tratamiento médico, cuentan, «la pareja lo fue vendiendo todo, incluido el coche y las pocas joyas que les quedaban. Pero tras varios meses de no cumplir con el pago del alquiler, acabaron en la calle», agrega una de las mujeres. «Un convento los está alojando y ahora viven de limosnas».
Las responsables de la ONG se quejan por la mengua de la ayuda internacional. «Ahora todo va a Ucrania, que está en guerra, y a Turquía, asolada por el terremoto», explica una de ellas. Mireille añade: «Y alegan: ‘ustedes, los libaneses, son emprendedores. Muchos de ustedes son muy ricos’. Nosotros mismos somos víctimas de nuestra reputación».
En Zahlé, una ciudad greco-católica de Oriente Medio, la Semana Santa suele provocar grandes atascos en el centro de la ciudad. Este año, sin embargo, las calles y las tiendas están generalmente vacías. «En la escuela, organizamos procesiones los viernes y distribuimos velas para el Domingo de Ramos, para no avergonzar a los alumnos cuyos padres no pueden permitirse otros lujos», explica Nelly, que en otro tiempo era la mano derecha del patriarca de la comunidad.
Zahlé es conocida por una especialidad: la galleta de leche, famosa en todo el país. Este año, «los pedidos han bajado al menos un 60%», afirma Maurice Barrak, uno de los responsables del «Salon des Familles», una cadena de productores de galletas. Todos nuestros productos básicos: harina, azúcar, nata, mantequilla clarificada, grasa vegetal, todo se paga en dólares, subraya, para explicar las razones de la crisis. A las vejaciones y privaciones, se suma otra carga, de carácter espiritual. En efecto, este año, las comunidades ortodoxas celebran la Pascua una semana después que los católicos. En este sentido, ¿cuánto tiempo más llevará, cuánto más habrá que esperar para que la unificación de las dos fiestas se haga realidad? Es algo a lo que los libaneses aspiran profundamente.