(Asia News/InfoCatólica) Tras varias semanas de contactos entre las partes, el Patriarca maronita encontró finalmente la mejor manera de reunir a los 64 diputados cristianos bajo su égida: los convocó a un «retiro espiritual» de unas horas. Así lo anunció en la fiesta de San José, el domingo pasado. El «retiro» tendrá lugar en el hotel de peregrinos de Bethania (Harissa), el próximo 5 de abril, en plena Semana Santa.
En su homilía de la misa de San José, el card. Beshara Raï se refirió explícitamente a las elecciones presidenciales, actualmente en una situación de punto muerto, y pidió un «diálogo honesto e imparcial» y «la escucha mutua, el discernimiento atento de la decisión que debe tomarse, sin imponer por la fuerza una opinión partidista y sin cálculos ocultos ni dobles intenciones».
Si bien la reunión tiene un carácter religioso, es evidente su objetivo político: apunta a desbloquear la elección presidencial. El jefe de la Iglesia maronita se ha impuesto la obligación moral de conseguir una respuesta positiva a su iniciativa, aunque sólo sea para descartar cualquier posibilidad de rechazar la invitación inmediatamente después de recibir la negativa de las Fuerzas Libanesas a iniciar un diálogo intra-maronita en Bkerké.
Y la estratagema parece haber tenido éxito. Hasta ahora, las Fuerzas Libanesas y su líder Samir Geagea habían rechazado cualquier reunión con Gebral Bassil, a quien acusan de traicionar la confianza del partido. Sin embargo, han confirmado que sus diputados participarán en la reunión de Harissa, junto con el líder del Movimiento Patriótico Libre. Por su parte, el yerno del ex presidente Michel Aoun acogió la iniciativa sin vacilar. El Kataëb y el bloque Renovación de Michel Mouawad también respondieron positivamente. A los miembros cristianos de la protesta se les ha dado libertad para aceptar o declinar la invitación. Sin embargo, uno de ellos, Najat Saliba, ya ha declarado que no se prestará «a estos juegos de otra época».
Por otro lado, la iniciativa del patriarca maronita despierta preocupación en el bando de Hezbolá. La formación chií insiste, junto con el movimiento Amal, en hacer elegir a su candidato, Sleiman Frangié, aunque esta nominación choca con los vetos de los dos grandes bloques cristianos de la Cámara: las Fuerzas Libanesas y el Movimiento Patriótico Libre, así como con la hostilidad del «gran elector» suní de la escena libanesa: Arabia Saudita.
Al hablar en nombre de la formación proiraní, el jeque Ahmad Kabalan recordó que Hezbolá está a favor de «un compromiso nacional» siempre que pueda pasar «por el Parlamento». El Partido de Dios está haciendo lo imposible -por el momento, sin éxito- para reunir en torno a su candidato los 65 votos que asegurarían su elección en la segunda vuelta de los comicios. En este punto puede contar con un argumento de peso: el voto de la comunidad chií, sin cuyo apoyo cualquier candidato presidencial no podría lograr el consenso.
Por otra parte, en nombre del mismo principio de consenso mutuo, el PSP (Socialistas Progresistas) del líder druso Walid Joumblatt ya ha dicho que sólo quiere votar a un presidente elegido en la primera vuelta con una mayoría de dos tercios (86 diputados). En otras palabras, un candidato que no sea impuesto por la fuerza a las dos grandes formaciones cristianas y que al menos goce del apoyo de una de ellas. La iniciativa patriarcal, ¿allanará el camino de Baabda a un candidato consensuado? «Es pedir demasiado», asegura un ex diputado maronita, recordando que el Patriarca Raï, tras mostrarse neutral ante las candidaturas de Sleiman Frangié y Michel Mouawad, está buscando «una tercera vía«.
La dinámica regional también se mueve en esta dirección: hace diez días, Irán y Arabia Saudita llegaron a un acuerdo para restablecer las relaciones diplomáticas entre ambos países. Y según algunos observadores, este acontecimiento facilitaría un consenso político en torno al futuro jefe de Estado.
No obstante, teniendo en cuenta las profundas divisiones entre los dos grandes campos políticos, las expectativas que despierta el encuentro no dejan de ser moderadas. Una fuente diplomática próxima al Vaticano dijo, tras el anonimato, que «una crisis tan grave como la del Líbano no se resolverá con una reunión de carácter espiritual». Con relativo escepticismo se expresa también un obispo maronita, que dice estar «preocupado» por la compleja logística de la reunión del 5 de abril, y teme que su fracaso y la deserción de algunos diputados ortodoxos repercutan negativamente en «la autoridad moral del patriarca».