(Guillermo Altarriba/ACdP) «La fe no es una teoría sobre el ser de los seres o el origen del universo, sino una relación personal con Jesús, el único mediador entre todos los hombres y el verdadero Dios», confirmó con contundencia el cardenal Gerhard Müller, prefecto emérito de la Congregación para la Doctrina de la Fe, durante su intervención en la XVII edición de las Jornadas Católicos y Vida Pública del País Vasco, organizadas por la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP).
El evento tuvo lugar en el palacio Euskalduna de la capital bilbaína, con el lema «David vs Goliath: la verdad se abrirá paso». Junto al purpurado alemán, las jornadas contaron con la presencia del padre dominico Fray Nelson Medina, el director de Ayuda a la Iglesia Necesitada en España, Javier Menéndez Ros, o el experto en márketing religioso Carlos Luna.
En su ponencia, titulada Llamados a ser testigos: ¿misión imposible?, el cardenal Müller Müller se dedicó a establecer los vínculos entre la verdad, la libertad y el amor, y cómo todas estas facetas encuentran su plenitud en Jesucristo. «Sólo a través de la acción salvadora de Dios -señaló- se llega a una comprensión final, desde la razón finita, al significado del ser».
«Los apóstoles de Cristo no vienen con espadas»
El cardenal estuvo presentado por el vicario general de la diócesis de Bilbao, Kerman López, quien recordó que «dificultad no es sinónimo de duda». El prefecto emérito de la Congregación para la Doctrina de la Fe criticó los intentos de «instrumentalizar la Palabra de Dios», y alertó -en línea con el papa Benedicto XVI- de la «dictadura del relativismo» presente en nuestra sociedad. Así, lamentó también las pretensiones de separar en el catolicismo la verdad de la caridad, y de rebajarlo a una mera praxis.
Frente al relativismo, Müller destacó que «la verdad se corresponde con la libertad, y no con el poder o la propaganda, mientras que el fruto de la mentira es necesariamente la violencia, o la amenaza de esta». Dado que acoger la verdad de Dios es un acto libre, el cardenal señaló que «presupone la afirmación de la libertad religiosa y de conciencia como derechos humanos naturales», e insistió: «Sus apóstoles no vienen con las espadas, sino con la Palabra».
Müller alertó sobre el peligro de la idolatría, «la esclavitud ante los poderes de este mundo», y defendió que «Dios no es como un dictador todopoderoso y arbitrario que requiere una obediencia ciega, sino el rescatador que quiere que todos sean salvados y lleguen al conocimiento de la verdad». Insistiendo en que «Dios es amor», Müller recordó que «la tarea misionera universal no tiene nada que ver con expansionismo disfrazado de cultura y religión, sino que sirve para realizar la voluntad salvífica de Dios universal para todos los hombres».
La Iglesia y el mandato de Cristo
«La Iglesia Católica recibió el mandato del mismo Cristo de difundir la fe universalmente», recordó, aunque advirtió de que «la verdad provoca contradicción y sólo promete sufrimiento en este mundo». «Anunciar la verdad con el amor es posible con el poder del Espíritu Santo», dijo, y añadió que «cualquier forma de coacción física o psicológica no sólo contradice la dignidad de la persona libre, sino también la verdad del testigo».
El purpurado alemán distinguió también entre dos alianzas: «Tanto la experiencia como la razón nos dicen que la verdad y el amor se pertenecen uno al otro, mientras que la mentira, el odio, la ideología y la violencia solamente forman una alianza siniestra». Müller concluyó su intervención reflexionando sobre cómo Jesús «no solo proclama la verdad sino que es la verdad», y citó la primera carta de Juan: «No amemos de palabra ni de lengua, sino con obra y de verdad».
El cambio de género, una «mutilación»
Durante el turno de preguntas, el cardenal censuró la actitud de aquellos que quieren «imponer la ideología de género» y señaló que el cambio de género no es «nada más que una mutilación del cuerpo». También se mostró crítico con los dirigentes políticos de la Unión Europea, y -cuestionado por la «debilidad» de los miembros de la Iglesia- señaló que «los miembros del cuerpo de Cristo pueden ser también pecadores».
Tras censurar que algunos representantes de la Iglesia vivan «una doble vida», aseguró que «el escándalo representa una gran oportunidad para los enemigos de la Iglesia, para atacarnos no solo a nosotros, sino más a Jesús».