(CNAd/InfoCatólica) Casi el 95% de los miembros de la Asamblea Sinodal votaron a favor del texto de acción «El celibato de los sacerdotes - confirmación y apertura», incluidos 44 de los 60 obispos. Sólo cinco obispos votaron «no», mientras que 11 obispos se abstuvieron. El Camino Sinodal cuenta las abstenciones como votos no emitidos. El desglose de la votación nominal aún no está disponible.
Se rechazó una moción para sustituir las palabras «reconsiderar» por «derogar».
Contenido del texto de acción
El texto de acción dice: «La Asamblea Sinodal pide por tanto al Santo Padre que reconsidere, en el Proceso Sinodal del Sínodo Mundial (2021-2023), la vinculación de la concesión de las Órdenes Sagradas con el compromiso del celibato». El Sínodo Mundial sobre la Sinodalidad fue prorrogado por el Papa Francisco por un año, hasta 2024.
El Papa debería conceder «dispensas en casos individuales», «como las que se dan en el caso de pastores protestantes casados que se han convertido a la Iglesia católica», decía el texto. Tales dispensas están reservadas a la Santa Sede. Por tanto, un obispo local podría pedir la dispensa de la obligación del celibato para los sacerdotes tras un «proceso sinodal intra-diocesano y consultas con la Conferencia Episcopal». «Si la Santa Sede está de acuerdo, la autoridad para conceder la dispensa corresponde entonces al obispo local, que puede evaluar la situación localmente.» Incluso ahora, el pontífice debería «permitir la ordenación de viri probati».
Y se añade además:
«La Asamblea sinodal pide al Santo Padre que, cuando tenga lugar la exención general de la promesa del celibato, examine si es posible también que los sacerdotes ya ordenados sean liberados de la promesa del celibato sin tener que renunciar al ejercicio de su ministerio».
Tal paso no es posible ni siquiera en las Iglesias católicas orientales, porque se trata siempre de un compromiso para toda la vida. Por tanto, un sacerdote no puede casarse, aunque su mujer muera joven. Es decir, en dichas iglesias se pueden ordenar a hombres casados pero los que ya han sido ordenados no se pueden casar, o volver a casar en caso de enviudar.
El texto de acción también exige que los sacerdotes que hayan sido suspendidos de su ministerio a causa de una relación con una mujer tengan, no obstante, acceso a otras vocaciones eclesiásticas.
Debate
Nada más comenzar el debate, el obispo auxiliar de Colonia, Dominikus Schwaderlapp, dijo:
«El texto señala de manera acertada que la forma de vida y el modo de vida de los sacerdotes célibes deben revisarse una y otra vez y que, por ejemplo, han caído algunas seguridades de las últimas décadas, cada vez más: ser mantenido por la parroquia o por la propia familia y otros».
«También se nota que sólo unos pocos viven en una vita communis», dijo Schwaderlapp. «Aquí sólo quiero señalar que el deseo de vivir in a vita communis es cada vez más fuerte, sobre todo entre los sacerdotes más jóvenes. Ahí es donde hay que afrontar esta cuestión».
«Pensar que el matrimonio es la forma de vida más fácil creo sinceramente que es ingenuo», advirtió el obispo auxiliar. «El celibato como forma de vida sólo tiene sentido si existe Jesucristo. Adoptar la forma de vida de Jesús para un sacerdote demuestra que es algo más que un funcionario, y que vale la pena entregarse completamente por Cristo.»
Renunciar al vínculo entre celibato y sacerdocio, dijo, es «un empobrecimiento». En la historia de la Iglesia, la verdadera reforma sólo se ha producido «cuando ha habido más entrega». Por ello, abogó por no renunciar a esta conexión.
Por su parte, Mons. Ipolt, obispo de Görlitz, dijo que vivimos «en una época en la que ambas formas de vida, tanto la célibe como la matrimonial, han flaqueado, se han hecho difíciles y ya no se entienden. Sabemos cuál es la situación del sacramento del matrimonio. También soy muy solidario con las parejas que hoy eligen el matrimonio».
«Desde ese punto de vista, mi preocupación es explicar la vocación al celibato en una época como ésta», abundó Ipolt. «Creo que es difícil, porque ahora habría que redescubrir ambas vocaciones, también profundizando en lo sacramental, en la fe. Aquí deberíamos -y me dirijo a nosotros como sacerdotes- sobre todo estar al lado de la pareja casada.
En cualquier caso, «el fracaso de una vocación no es la vara de medir, porque es necesaria »esta actitud positiva, esta visión positiva de lo que hay detrás, del tesoro precioso que se puede encontrar en ambas vocaciones. Si miráramos los votos matrimoniales sólo en términos de dónde fallan, las cosas irían mal. No, tenemos que fijarnos en dónde tiene éxito y defenderlo de verdad».
Muchos oradores pidieron que el Papa reexaminara el celibato, no que lo aboliera. Se pudo oír que algunos obispos no estarían de acuerdo con la exigencia de una derogación. El obispo de Speyer, Karl-Heinz Wiesemann, por ejemplo, admitió: «Está claro cuando decimos que el asunto debe examinarse en qué dirección va».
Dijo que sabía de personas que no se atrevían a formular la anulación, pero querían que el asunto del celibato sacerdotal fuera «examinado concienzudamente». Así, aunque, como dijo Wiesemann, estaba «claro» «en qué dirección» iba la petición en Roma, sólo cinco obispos votaron en contra.