(GudiumPress/InfoCatólica) El día de ayer, 25 de febrero, conmemoramos a dos importantes mártires salesianos, ellos fueron San Calixto Caravario y San Luis Versiglia.
San Luis Versiglia nació en Oliva Gessi, Pavia, y tan solo a los 12 años ingresó al Oratorio de Valdocco donde, claramente, conoció a su director, San Juan Bosco.
Un día, Don Bosco le instó: «Ven a verme, tengo algo que decirte». Sin embargo, tan solo unos días después, Don Bosco falleció, por lo que no pudieron tener su conversación, pero él veló desde el cielo por la vocación de Versiglia.
Tiempo después, Versiglia fue ordenado como sacerdote y comenzó a servir como maestro de novicios en Genzano de Roma. Dirigió la primera expedición salesiana en China (1906) y, con ello, cumplía una de las profecías de Don Bosco.
Una vez en Macao, fundó la casa madre salesiana, la cual sirvió como centro de incontables actividades de predicación y ayuda caritativa. Por su gran amor a los necesitados y desamparados, lo llamaban «padre de los huérfanos».
12 años después, a los salesianos les fue encomendada la misión de Shiu Chow. El padre Luis Versiglia tomó el cargo de Vicario Apostólico y en enero de 1921 fue consagrado obispo.
Versiglia trabajó con gran devoción en el Vicariato, haciéndolo crecer y dotándolo de seminario, hogares para ancianos, acogida para personas necesitadas y varias casas de formación.
Un día, San Luis Versiglia recordó la profecía que había hecho Don Bosco, cuando un sacedote amigo llegó de Italia y le entregó un cáliz con el que el padre Paolo Albera celebró durante su celebración de bodas de oro sacerdotales.
La profecía que Don Bosco hizo en 1885, decía: «Don Bosco vio que cuando en China un cáliz estuviera lleno de sangre, la Obra Salesiana se difundiría maravillosamente en medio de este pueblo inmenso. Tú me traes el cáliz que el padre ha visto: a mí me toca llenarlo de sangre para llevar a cabo la visión».
San Versiglia trabajó con mucha dedicación en la formación de catequistas, pero siempre tuvo presente que el secreto de todo apostolado estaba en la vida interior: «El misionero que no está unido a Dios es un canal que se aparta de la fuente», escribió.
Por otra parte, San Calixto Caravario nació en Turín en 1903 y también fue alumno en el Oratorio de Valdocco.
De igual forma, siendo ya clérigo viajó para misionar a China. Fue enviado a Macao y, posteriormente, a la isla de Timor.
Cuando regresó a la misión de Shiu Chow, el mismo monseñor Versiglia lo ordenó sacerdote y le encomendó la misión de Linchow.
El padre Caravario comenzó a ser muy apreciado por las personas de los lugares que visitaba.
El monseñor Versiglia y el padre Caravario fueron juntos a una visita pastoral a la diócesis de Linchow en 1930.
En esos tiempos, el ambiente político en China estaba comenzando a ser muy peligroso para los misioneros cristianos. Fue así que un grupo de piratas de ideología bolchevique capturó la barca del obispo, en un intento de secuestrar y mancillar a tres jóvenes catequistas que se encontraban en el interior.
Ambos se opusieron fuertemente, pero fueron violentamente golpeados y después fusilados en Thay Tseui, en el río Lin Chow. «Hay que destruir la Iglesia Católica», dijo uno de los atacantes.
Asimismo, lograron secuestrar a las jóvenes, pero ellas fueron liberadas cinco días después por el ejército, y aseguraron cómo monseñor Versiglia y el padre Caravario enfrentaron con fe y cabeza erguida su martirio.
Los mismos verdugos quedaron impresionados con la fortaleza de los salesianos. «Es inexplicable, hemos visto a tantos… todos temen la muerte. Estos dos, en cambio, han muerto contentos», dijo uno de ellos.
San Luis Versiglia y San Calixto Caravario fueron canonizados por Juan Pablo II, siendo así los primeros mártires salesianos.