(CNA/InfoCatólica) El sacerdote greco-católico padre Fadi Najjar, que presta servicio en Alepo (Siria), relató cómo él y su comunidad han afrontado la muerte y la devastación causadas por el terremoto que sacudió Siria y Turquía el 6 de febrero.
El sacerdote explicó que desde que se produjo el terremoto en la madrugada del lunes en Turquía y Siria, «la gente ha estado fuera toda la noche, han abandonado sus casas» por lo que «hasta ahora apenas hemos podido dormir, porque cada hora estamos recibiendo gente en las parroquias ya que estamos teniendo réplicas durante 24 horas».
Najjar dijo que «muchos edificios han sufrido graves daños o han sido directamente destruidos».
Najjar, de 40 años, es párroco de la iglesia de San Miguel de Alepo, donde atiende a unas 200 familias y dirige la escuela de Al-Inaya, a la que asisten más de 300 alumnos.
«Hay mucho miedo. No sabemos exactamente qué podemos hacer y también estamos muy afectados, porque hemos perdido a un sacerdote de nuestra comunidad», dijo Najjar a la archidiócesis de Valencia (España) en un comunicado.
«No tengo exactamente cifras oficiales, pero estamos hablando de miles de muertos, miles de heridos y muchas personas que han perdido sus hogares», dijo.
Hasta el viernes por la tarde, había más de 19.000 muertos en Turquía y más de 3.000 en Siria, según Reuters.
La demanda de ayuda es tal que el propio sacerdote, junto con miembros de su comunidad, ha tenido que rescatar a personas de entre los escombros: «Ha muerto mucha gente; yo mismo junto con feligreses de la parroquia hemos trabajado para sacar a gente de debajo de los escombros de tal manera que apenas podíamos creer lo que estaba ocurriendo», relató el sacerdote greco-católico.
Las expectativas, lejos de mejorar, empeoran en la región: «Estamos en una situación fatal. Ahora mismo en Alepo hace mucho frío, llueve desde hace cinco o seis días, y esto empeora la situación».
Najjar se licenció en Teología en Granada (España) y trabaja en su Siria natal como jefe del movimiento de jóvenes estudiantes cristianos.
Su último llamamiento fue: «Uníos en la oración, por favor; rezad por nosotros, por favor».