(Zenit Noticias/InfoCatólica) Durante la mañana del día lunes 30 de enero, los participantes del Capítulo General de la Orden de Malta fueron recibidos en audiencia por el Papa Francisco; entre ellos, se encontraba presente el Lugarteniente del Gran Maestre, Frey John Dunlap, y otros miembros recientes del Soberano Consejo y del Capítulo General Extraordinario.
Tan solo un día antes había finalizado el Capítulo General Extraordinario, el cual concluyó en una nueva elección de Soberano Consejo, gobierno de la Orden de Malta, con una duración esperada de los próximos 6 años.
El Papa Francisco inició expresando su agradecimiento con el cardenal Silvano Maria Tomasi por «todo el trabajo que ha realizado como delegado especial en estos últimos años» y con el Lugarteniente del Gran Maestre por sus «expresiones de fidelidad y esperanza» quien, a su vez, le agradeció «en nombre de toda la Orden de Malta la benevolencia y el amor paternal con que ha seguido a la Orden durante estos largos meses. Ahora podemos retomar el camino con confianza y con una nueva mirada hacia un futuro lleno de esperanza».
Asimismo, el Papa Francisco explicó que «el camino a seguir es el que nos indica directamente Cristo, de modo que estemos cada vez más unidos para dar testimonio de nuestra fe y de la pertenencia a la Orden de Malta y a la cruz de ocho puntas que llevan con orgullo. Ahora es el momento de dedicarnos con entusiasmo y fervor a la misión cristiana».
Al finalizar la audiencia, el Santo Padre se acercó personalmente a cada uno de los presentes para saludarlos.
A continuación, puede leer el discurso completo del Papa traducido al castellano:
«Agradezco al Cardenal Silvano Tomasi sus corteses palabras, y aprovecho la ocasión para expresarle mi gratitud por todo el trabajo que ha realizado como mi Delegado Especial, junto con el Grupo de Trabajo que le ha acompañado en estos últimos años. Agradezco al Hermano John Dunlap, Teniente Gran Maestre, las expresiones de lealtad y esperanza que me ha dirigido en nombre de todos vosotros.
Saludo con placer a los nuevos Altos Cargos y a los miembros del nuevo Consejo Soberano, elegidos en el Capítulo General que acaban de concluir. Desde aquí reanudáis con renovado ímpetu vuestro compromiso con la tuitio fidei y el obsequium pauperum, dando gratuitamente lo que habéis recibido gratuitamente y testimoniando que seguir a Cristo en el servicio a los pobres y a los enfermos es un camino que llena el alma. En efecto, os permite encontrar al Señor en cada rostro de un hermano necesitado, en cada mano que estrecháis en señal de acogida, en cada circunstancia en la que revivís el ideal que el Beato Gerardo, vuestro fundador, realizó entregando su vida al servicio de los «Pobres de Nuestro Señor».
Me ha complacido saber que las personas nombradas el pasado 3 de septiembre en el gobierno provisional han encontrado la confianza de la gran mayoría de los capitulares. Ellos, procedentes de las diferentes realidades territoriales en los cinco continentes, expresaron su satisfacción y dieron confianza a quienes han «conducido» a la Orden hacia este nuevo camino, para aplicar fielmente la nueva Carta Constitucional y el nuevo Código Melitense.
También me alegra saber que hubo un buen debate sobre los temas tratados. Ciertamente no habrá faltado la dialéctica, pero como escribí en el mensaje que os dirigí al comienzo del Capítulo general, el camino a seguir es el que nos viene directamente de Cristo: ut unum sint, para que el mundo crea (cf. Jn 17,21). Cada vez más unidos para dar testimonio de vuestra fe y de vuestra pertenencia a la Orden; cada vez más coherentes con la cruz octogonal que lleváis con orgullo. Estoy seguro de que en la elección del Gran Maestre encontraréis un guía seguro, un garante de la unidad de toda la Orden, en la fidelidad al Sucesor de Pedro y a la Iglesia.
En el Capítulo de los Profesos, que precedió al Capítulo General, respondiendo a mi invitación y a lo establecido en la Carta Constitucional y en el Código Melitense, abordasteis la cuestión del restablecimiento, según la inspiración original, de la vida comunitaria y de la plena observancia del voto solemne de pobreza. También habéis considerado concretamente cómo sostener la vida comunitaria y el compromiso de la Orden en este sentido. Le felicito por ello. También considero justa y prudente la decisión de no obligar a la vida comunitaria a quienes, al profesar, sabían que no estaban obligados a ella, y afirmar al mismo tiempo que todos están invitados a abrazarla. Por tanto, quienes hagan profesión solemne a partir de ahora, conscientes de que conlleva vida comunitaria, asumirán la obligación con plena libertad.
Agradezco la decisión de reabrir un noviciado, y espero que pronto se puedan añadir más. Ruego al Señor, y os invito a todos a hacerlo conmigo, que envíe abundantes vocaciones a vuestra Orden, no sólo para la profesión religiosa, sino también para la segunda clase, los primeros colaboradores de los profesos, y la tercera clase. Para mantener vivas tantas obras meritorias, es necesario rezar para que el Señor envíe «buenos obreros», suscitando vocaciones de toda clase, especialmente a la profesión religiosa, que vive y expresa plenamente la vocación juanista.
También ha abordado la cuestión de la formación inicial y permanente de los miembros, indicando algunas líneas que favorecerán su puesta en práctica. En particular, es necesaria una adecuada formación de los profesos, así como de los caballeros de segunda clase, en el significado concreto de la promesa de obediencia hecha. Tampoco debe descuidarse la formación de la tercera clase, de la que espero puedan nacer vocaciones sólidas para las distintas dimensiones del servicio en la Orden.
En el Capítulo General, mi Delegado Especial, el Lugarteniente de Gran Maestre y los Altos Oficiales del gobierno provisional, cada uno en sus respectivos ámbitos de competencia, presentaron un informe detallado en el que os informaban del estado de la Orden. Tanto las preguntas sobre los diversos temas, como las respuestas correspondientes, os permitirán continuar con mayor entusiasmo en vuestra dedicación a las numerosas obras caritativas y humanitarias que lleváis a cabo, con entusiasmo y fervor cristiano. De hecho, los informes de los Altos Cargos, que fueron aprobados casi por unanimidad, constituirán las líneas que por voluntad del Capítulo deberá seguir el nuevo Gobierno, dándoles aplicación concreta
Queridos hermanos, me gustaría detenerme brevemente en los términos que califican vuestra Orden.
Soberano. Se trata de una soberanía bastante singular, asumida a lo largo de los siglos y confirmada por la voluntad de los Papas. Le permite realizar gestos de solidaridad generosos y exigentes, haciéndole cercano a los más necesitados, bajo la protección jurídica diplomática internacional.
Militar. Para la defensa de los peregrinos y de los santos lugares, así como de la Cristiandad, vuestra Orden ha escrito páginas gloriosas. Hoy, esos hechos dan paso al diálogo interreligioso. Además, la fe en Cristo y el seguimiento de Él les comprometen en el testimonio del Evangelio y en la lucha contra todo lo que se opone a él.
Hospitalario. La Orden tiene su origen en el servicio que el Beato Gerardo ofrecía a los peregrinos en Jerusalén, en el Hospital que lleva el nombre de San Juan Bautista, que más tarde se convirtió en vuestro Patrón. En aquel lugar, Gerardo, con los primeros frailes, acogió a los peregrinos y a los necesitados, proporcionándoles los cuidados médicos que requerían, y esto se puede ver hoy en la pluralidad de vuestras obras. Cuidando a los enfermos, sabes reconocer en cada uno de ellos el rostro sufriente de Cristo, sea cual sea su origen, nacionalidad o creencia religiosa. Y así, cuando os hacéis cercanos con compasión y ternura -estos son los tres caminos del Señor: cercanía, compasión y ternura-, vosotros mismos os identificáis con Jesús, el Buen Pastor, el Buen Samaritano. No lo olvidemos: las obras deben estar bien organizadas y bien dirigidas, pero sobre todo deben ser signo de la caridad de Cristo, que es como la forma de todas las obras que debéis tener.
Queridos hermanos y hermanas, habéis escrito una página muy importante de la historia de la Orden de Malta, gracias, podéis estar orgullosos de ello. Os exhorto a permanecer fieles a Cristo, Maestro y Señor, a seguir adelante, llevando por todo el mundo su mensaje de curación para los enfermos y de consuelo para los afligidos. De esto daremos cuenta un día a Dios Padre: de haber sido sus testigos fieles, cercanos al prójimo, no movidos por aspiraciones mundanas, sino ardientes en el servicio y el testimonio del Resucitado.
De corazón os bendigo a todos, a vuestras familias, miembros, empleados, voluntarios, a las personas que atendéis y a vuestras obras repartidas por todo el mundo y en tantas periferias existenciales. Y se los pido por favor: no se olviden de rezar por mí. Este trabajo no es fácil. Gracias.»