(Aica/InfoCatólica) En su discurso, el Santo Padre invitó a los jóvenes de la República Democrática del Congo a mirarse las manos y reflexionar sobre cómo cada dedo representa un diferente «ingrediente para el futuro».
En primer lugar, el pontífice apuntó que ninguna mano es igual a la de los demás, así como cada persona es un tesoro único e irrepetible. Al mismo tiempo, cada uno de nosotros tiene que elegir si cerrar la mano en un puño o abrirla en ofrenda a Dios y a los demás.
Oración viva
Nuestro pulgar, dijo el papa Francisco, «está más cerca de nuestro corazón y, por lo tanto, simboliza la oración, que proporciona la fuerza motriz de nuestra vida».
La oración, añadió, es el ingrediente básico de nuestro futuro, y necesitamos escuchar la palabra de Dios y cultivar una «oración viva» para crecer interiormente.
Jesús, recordó el Papa, triunfó sobre el mal. Hizo de su cruz el puente hacia la resurrección. Por lo tanto, levanten sus manos hacia Él diariamente, alábenlo y bendíganlo».
Debemos hablar con Jesús como con nuestro mejor amigo, confiarle nuestros miedos y contarle los «secretos más profundos de tu vida», agregó el Papa.
«Dios ama este tipo de oración viva, concreta y sincera», dijo. «Le permite intervenir, entrar en tu vida cotidiana de manera especial, venir con su 'poder de paz'», que es el Espíritu Santo.
Construcción comunitaria
El papa Francisco se refirió al dedo índice, que representa «la comunidad» e instó a los jóvenes de la República Democrática del Congo a no aislarse unos de otros, sino a abrazar a quienes los rodean que parecen solos o sufren.
El Papa ofreció los ejemplos negativos del consumo de drogas o la brujería, que hacen que el adicto se sienta todopoderoso, pero en realidad acaba privando a la persona de todo lo que ama.
Las redes sociales, agregó, también pueden desorientar a quienes pasan demasiado tiempo den ellas. «¡Nada puede reemplazar la energía que obtenemos al estar juntos, el brillo en nuestros ojos, la alegría de intercambiar ideas!», indicó el pontífice, y subrayó que «los jóvenes congoleños están llamados a construir comunidad, defender la fraternidad y soñar con un mundo más unido».
«Sé -destacó Francisco- que han demostrado repetidamente que, incluso a costa de grandes sacrificios, están dispuestos a ponerse de pie para defender los derechos humanos y la esperanza de un futuro mejor para todos en el país».
Honestidad para combatir la corrupción
La honestidad, dijo el Papa, ofrece el tercer ingrediente para un futuro mejor y proporciona un antídoto contra el «cáncer de la corrupción».
Hablando improvisadamente, el Papa lanzó un llamado sincero para que la gente de la República Democrática del Congo rechace cualquier forma de corrupción, exhortando, en francés: «¡Digan no a la corrupción!»
«No te dejes vencer por el mal», añadió. «Vence al mal con el bien», animó Francisco a cada uno de los jóvenes.
El Papa recordó a un joven de 26 años, Floribert Bwana Chui, asesinado hace 15 años en Goma por haber bloqueado el paso de alimentos en mal estado que habrían perjudicado la salud de las personas. Ese joven cristiano, dijo el Papa, «oró pidiendo orientación y dijo no a la »inmundicia de la corrupción«.
«Si alguien te ofrece un soborno o te promete favores y mucho dinero, no caigas en la trampa. ¡Que no te engañen! ¡No seas absorbido por el pantano del mal!»
Perdón, para no repetir el pasado
El Papa se dirigió al dedo anular, símbolo del «perdón», y recordó que todos los bienes más grandes de nuestra vida implican «debilidad, cansancio y penalidades».
Perdonar, dijo, «significa poder empezar de nuevo. Perdonar no significa olvidar el pasado, significa negarse a repetirlo».
El Santo Padre señaló luego que el dedo meñique es nuestro último y más pequeño dedo, y «representa nuestro servicio. Nuestras acciones por los demás, expresó, a menudo parecen una gota en el océano, pero es precisamente la pequeñez, nuestra decisión de volvernos pequeños, lo que atrae a Dios».
Por último, el Papa instó a los jóvenes católicos congoleños a trabajar por un futuro mejor en su nación, reflexionando frecuentemente sobre estos cinco ingredientes: oración, comunidad, honestidad, perdón y servicio.
«¡Nunca te desanimes!», alentó Francisco, dirigiéndose a cada uno de los jóvenes.