(Asia News/InfoCatólica) Cayeron en la red de las autoridades turcas que, como denuncian numerosas ONG internacionales, llevan a cabo sistemáticamente maltratos y abusos contra los refugiados. Y no solo sirios y afganos, como era habitual, sino que ahora también se ensañan con los iraníes, en un clima de creciente intolerancia que podría empeorar en vistas de las elecciones presidenciales de mayo.
Los refugiados cristianos, algunos de los cuales permanecieron encerrados durante tres meses, hablan de las pésimas condiciones sanitarias en los centros de detención, donde faltan alimentos, agua y medicinas. Según el sitio disidente Article18, los hombres están separados de las mujeres y los niños y solo pueden reunirse una vez por semana por un máximo de 15 minutos y en presencia de los guardias. A excepción de uno, cristiano asirio, todos son conversos del islam que Teherán no reconoce y a menudo persigue por su fe y por el delito de apostasía.
La mayoría de ellos vive en Isparta, en el suroeste de Turquía, y están confinados en centros en la ciudad costera de Antalya, a dos horas en auto. Sin embargo, en los últimos seis meses se han registrado arrestos de cristianos iraníes en varias ciudades, entre ellas Izmir y Adyn en el oeste, Van en el este y Kayseri y Kirikkale en el centro del país. En algunos casos los propios refugiados grabaron videos para denunciar los abusos que sufrían y luego los compartieron en las redes sociales, y todos los que contribuyeron a la difusión de los videos recibieron posteriormente graves amenazas por parte de la policía turca.
Uno de los cristianos detenidos en Antalya, Kamran Topa Ebrahimi, informó sobre la huelga de hambre que protagonizaron algunos refugiados para protestar por las condiciones en los centros. «Me han separado de mi esposa Mona y mis dos hijos», denuncia el hombre. «Llevan a cabo -añade- una guerra psicológica contra nosotros» amenazando con la detención indefinida si no volvemos a nuestro país. La esposa habla de la falta de agua en los centros y del uso de un basurero como medio improvisado para la higiene personal. «¿Cómo puede Turquía -acusa- deportarnos porque somos cristianos?, ¿fingen no saber lo que está pasando? Esta es una guerra psicológica contra nosotros para obligarnos a firmar los formularios de deportación». «Las circunstancias son tan difíciles que preferimos volver a Irán y que nos maten -añade- en vez de quedarnos aquí».
Faranak Reziei, refugiada cristiana de origen kurdo, explica que fue detenida por las autoridades turcas cuando cambió su estado en su perfil de Whatsapp, al terminar los 40 días de luto por la muerte de Mahsa Amini: «No sé quién, pero alguien filtró mi historia a la policía turca y dijo que estoy trabajando con los kurdos turcos [del PKK]», dice Faranak, una madre soltera que estuvo detenida durante 30 días junto con su hija de cuatro años.
Reza Pouti, pastor de la Iranian Freedom Church en Isparta, declaró a Article18 que había conocido personalmente a uno de los cristianos deportados junto con su esposa e hijos antes de que pudiera vender las propiedades en Turquía. «Es una cárcel -denuncia el líder religioso-. No solo en los campos, sino también afuera, la gente vive con miedo» hasta de «abrir la puerta» o «salir a la calle». «De vez en cuando -continúa- trasladan a los solicitantes de asilo a los campos mediante engaños. Yo mismo temo una situación de ese tipo. Efectivamente, tres semanas después de enviar el mensaje, el propio Reza junto con su esposa Roshanak y su hijo menor Mohammadreza fueron arrestados y enviados a un centro.