(Heraldo/InfoCatólica) La solución, en ambos casos, es tremendamente compleja, ya que, al tratarse de bienes protegidos, cualquier actuación debe pasar antes por la comisión provincial de Patrimonio.
El Cabildo estudia ya presentar denuncia por el incidente de la Seo. Según explicaron ayer desde Policía Local, fue una patrulla del centro la que sorprendió a tres jóvenes en actitud «ciertamente extraña» en el entorno de Diego Dormer y la calle del Cisne. Los agentes comprobaron que la pared del monumento había sido vandalizada con espray negro –con mensajes en favor de Marruecos, símbolos anarquistas y varios ‘te quiero’–, y que una de estas personas, menor de edad, llevaba un espray con pintura de dicho color. No obstante, tras hacer las oportunas averiguaciones, un joven de 19 años identificado como Y. M. A. asumió la responsabilidad y confesó que le había entregado el bote a su amigo para evitar las acciones legales.
Desde el Arzobispado mostraron su «condena» a este tipo de actos, recordando que no solo se atenta contra el patrimonio de la ciudad, sino contra un bien privado, e instaron a actuar «de urgencia». Basta con dar una vuelta por el entorno de la catedral para comprobar que son varios los puntos con grafitis de mayor o menor tamaño. A este respecto, desde la Policía Local recalcaron que la presencia de agentes es «permanente» en estas zonas, dentro de los medios disponibles.
En estos casos, fuentes de la Policía Nacional explicaron que tiende a darse un concurso de delitos, ya que al de deslucimiento de bienes inmuebles habría que sumar otro contra el patrimonio histórico, e incluso uno de daños si se producen afecciones irreparables. Lo habitual es que terminen en multa, con sanciones que, por norma general, ascienden a cuatro veces el daño producido.
En la iglesia de La Magdalena, el problema es similar. Su párroco, Juan Espallargas, reconoce que no les ha quedado otra salida que «dejar los grafitis como están». «Llevábamos así desde antes de la restauración. Íbamos de cabreo en cabreo y de gasto en gasto. Una vez se nos ocurrió quitarlos y al día siguiente pintaron otros más grandes. Y por una vez o dos no pasa nada, pero hemos preferido que se borren con el paso del tiempo a quitarlos y correr el riesgo de dañar la fachada. Es una pena, pero ya no sabíamos qué hacer», expuso ayer.