(CNAd/Infocatólica) Mons. Varden subrayó en su homilía en un réquiem el martes en la iglesia de Santa Maria dell'Anima de Roma, «la vida en Cristo llevará a la persecución en algún grado en este mundo caído en todos los tiempos. Simplemente es así».
Varden, que también había celebrado las Vísperas en Roma la noche anterior, describió el conflicto entre el rey Christian II y Valkendorf. Los dos habían sido «buenos compañeros al principio». Pero entonces Christian consiguió que Valkendorf se convirtiera en arzobispo de Nídaros en 1510 y, por tanto, en «metropolitano de toda Noruega, más Groenlandia, Islandia, las Islas Orcadas y la Isla de Man».
«Valkendorf aceptó la promesa del rey de que éste no tocaría el derecho de la iglesia, pero probablemente Christian contaba con cierto margen de interpretación entre los antiguos compinches», explicó Varden, y añadió: «Se equivocó. Valkendorf se convirtió en un obispo sincero que amaba a su diócesis. Gobernó con sabiduría y fue a su vez un pastor popular».
Noruega debe a Valkendorf «los primeros libros impresos en el país», a saber, «un breviario y un misal del rito de Nídaros, publicados en 1519».
«Despertó el disgusto del arzobispo que Christian le acosara constantemente con problemas financieros y que no respetara el derecho de la iglesia», explicó Varden sobre las tensiones entre el rey y el arzobispo. «El rey, por su parte, quería que el antiguo amigo se quitara de en medio: Ya no le servía de nada».
Valkendorf decidió finalmente «llevar el asunto al Papa». En la Candelaria de 1522 llegó a Roma. Jakob Ziegler lo describió allí como un «anciano venerable cuya alma honesta se expresaba en un bello semblante. Valkendorf sólo tenía 57 años, pero las dificultades y las luchas dejaron su huella. Nunca volvió a ver Noruega. Murió en la ciudad el 28 de noviembre del mismo año».
El Papa Adriano VI lo elogió «por su compromiso, que recuerda al de Tomás Becket, 'con la preservación de la libertad de la Iglesia'». Sin embargo, a diferencia de Becket, Valkendorf no fue «un mártir en sentido estricto. Pero su lealtad le costó todo: salud, fortuna y reputación».
«El valor que demostró es más que la mera firmeza natural», subrayó Varden. «En libertad, permitió que la cruz de Cristo sellara su vida. Una característica distintiva del rito de Nídaros es que, tras la consagración, el sacerdote mantiene los brazos »en forma de cruz, apuntando hacia arriba. No se puede estar en esta postura día tras día, año tras año, sin que deje huellas en el alma: sentimos en Valkendorf una conformidad con Cristo».