(Vatican.news/InfoCatólica) «Los temas confiados a su atención y competencia son de gran importancia en esta nueva etapa del anuncio del Evangelio que el Señor nos llama a vivir como Iglesia al servicio de la fraternidad universal en Cristo». Ese fue el mensaje del Papa Francisco en su discurso a los miembros de la Comisión Teológica Internacional (CTI), a quienes recibió en audiencia la mañana de este jueves, 23 de noviembre, en la Sala del Consistorio del Vaticano.
Continúa el trabajo después de la pandemia
A los miembros de la CTI, el Santo Padre les agradeció por «la generosidad, la competencia y la pasión» con la que han asumido el servicio en este décimo quinquenio de actividades de la Comisión. «Gracias a las herramientas de las que disponemos hoy en día – señaló el Pontífice – han podido comenzar su trabajo a distancia, superando las dificultades que aún provoca la pandemia».
«También me alegro de la acogida que han tenido las propuestas de los tres temas a explorar: La primera es la irrenunciable y siempre fecunda actualidad de la fe cristológica profesada por el Concilio de Nicea, en el 1700 aniversario de su celebración (325-2025); la segunda es el examen de algunas cuestiones antropológicas que surgen hoy y que son de crucial importancia para el camino de la familia humana, a la luz del plan divino de salvación; y la tercera es la profundización -hoy cada vez más urgente y decisiva- de la teología de la creación desde una perspectiva trinitaria, a la escucha del clamor de los pobres y de la tierra».
Un momento arduo, cargado de la promesa y la esperanza
Al abordar estos temas, afirmó el Papa Francisco, la Comisión Teológica Internacional continúa, con un compromiso renovado, su servicio. Ya que están llamados, como señala el Concilio Vaticano II, a ser la brújula segura para el camino de la Iglesia, «sacramento, en Cristo, de la unión con Dios y de la unidad de todo el género humano». En este sentido, el Pontífice les propuso tres direcciones a seguir, en este momento de la historia; un momento arduo y, sin embargo, para los ojos de la fe, cargado de la promesa y la esperanza que brotan de la Pascua del Señor crucificado y resucitado.
Fidelidad creativa a la Tradición
La primera directriz que el Santo Padre propuso a la CTI es la de la fidelidad creativa a la Tradición. Esta directriz trata de asumir y declinar con fidelidad y amor el compromiso de ejercer el ministerio de la teología -en la escucha de la Palabra de Dios, del sensus fidei del Pueblo de Dios, del Magisterio y de los carismas, y en el discernimiento de los signos de los tiempos- para el progreso de la Tradición Apostólica, bajo la asistencia del Espíritu Santo, como enseña la Dei Verbum.
«De hecho, Benedicto XVI describe la Tradición como ‘el río vivo en el que los orígenes están siempre presentes’; de modo que ‘riega diferentes tierras, alimenta diferentes geografías, haciendo brotar lo mejor de esa tierra, lo mejor de esa cultura. De este modo, el Evangelio sigue encarnándose en todos los rincones del mundo, de forma siempre nueva».
Y advirtiendo de un peligro actual, el «indietrismo», es decir, el ir hacia atrás, el Papa Francisco invitó a los teólogos a reflexionar sobre este punto y les recordó que, «la tradición es la garantía del futuro y no una pieza de museo. Y es lo que hace que la Iglesia crezca de abajo hacia arriba, como el árbol, las raíces. Mientras que otro dijo que el tradicionalismo es la fe muerta de los vivos: cuando te cierras ahí. Esta dimensión horizontal, hemos visto, ha hecho que algunos movimientos, los movimientos de la Iglesia, se queden fijos en un tiempo, en una dirección hacia atrás.
Inculturación del Evangelio
La segunda directriz que propuso el Papa Francisco se refiere a la conveniencia, para realizar con pertinencia e incisividad la obra de profundización e inculturación del Evangelio, de abrirse con prudencia a la contribución de las diversas disciplinas mediante la consulta de expertos, incluso no católicos, como prevén los Estatutos de la Comisión.
«Se trata -lo pedí en la Constitución Apostólica Veritatis gaudium- de atesorar el principio de interdisciplinariedad: no tanto en su forma ‘débil’ de simple multidisciplinariedad, como enfoque que favorece una mejor comprensión desde varios puntos de vista de un objeto de estudio; sino más bien en su forma ‘fuerte’ de transdisciplinariedad, como colocación y fermentación de todos los conocimientos en el espacio de Luz y Vida que ofrece la Sabiduría que emana de la Revelación de Dios».
La colegialidad
Por último, la tercera directriz propuesta por el Santo Padre, es la de la colegialidad. Que adquiere especial relevancia y puede ofrecer una contribución específica en el contexto del camino sinodal, en el que está convocado todo el Pueblo de Dios.
«Así lo subraya el documento redactado al respecto, durante el quinquenio anterior, sobre La sinodalidad en la vida y la misión de la Iglesia: Como cualquier otra vocación cristiana, el ministerio del teólogo, además de ser personal, es comunitario y colegiado. La sinodalidad eclesial, por tanto, compromete a los teólogos a hacer teología de forma sinodal, fomentando entre ellos la capacidad de escuchar, dialogar, discernir e integrar la multiplicidad y variedad de instancias y aportaciones».
En esta tercera directriz, el Papa también dijo que, los teólogos deben ir más allá, intentar ir más allá. Que a diferencia del catequista que transmite una «doctrina sólida, correcta», el teólogo «se arriesga a ir más allá y es el Magisterio el que lo detendrá». Esta es la vocación del teólogo que siempre corre el riesgo de ir más allá, porque trata, y trata, de hacer más explícita la teología. Pero nunca hay que dar catequesis a los niños y a las personas con doctrinas nuevas que no son seguras. «Esta división no es mía – afirmó el Papa – es de San Ignacio de Loyola, que creo que entendió algo mejor que yo».
Vivir como Iglesia al servicio de la fraternidad
En este espíritu de escucha mutua, de diálogo y de discernimiento comunitario, abierto a la voz del Espíritu Santo, el Papa Francisco deseó a todos los miembros de la CTI un trabajo pacífico y fecundo. Los temas confiados a su atención y competencia son de gran importancia en esta nueva etapa del anuncio del Evangelio que el Señor nos llama a vivir como Iglesia al servicio de la fraternidad universal en Cristo.
«En efecto, nos invitan a asumir plenamente la mirada del discípulo que, con asombro siempre nuevo, reconoce que Cristo, ‘precisamente revelando el misterio del Padre y de su amor, revela también plenamente al hombre a sí mismo y le manifiesta su altísima vocación’ (Constitución pastoral Gaudium et spes, 22); y así nos enseña que la ley fundamental de la perfección humana, y por tanto también de la transformación del mundo, es el mandamiento nuevo del amor».