(Aica/InfoCatólica) Francisco les pidió que «no se dejen engañar» por suplantadores, no se alarmen «cuando oigan hablar de guerras y revoluciones», en otras palabras, no caer en la «tentación de leer los hechos más dramáticos de manera supersticiosa o catastrófica» y pensando en un supuesto fin de mundo, dejándo de hacer el bien.
«Si pensamos de esta manera, nos dejamos guiar por el miedo, y quizás luego buscamos respuestas con curiosidad morbosa en las fábulas de magos u horóscopos, que nunca faltan; o bien, confiamos en fantasiosas teorías propuestas por algún 'mesías' de última hora, generalmente siempre derrotistas y conspirativas. Aquí no está el Espíritu del Señor», advirtió.
El llamado, subraya el Papa, es a no dejarse deslumbrar por «curiosidades ridículas», a no dejarse engañar por el miedo, a no ceder al derrotismo, sino a aprender a leer con los ojos de la fe, los acontecimientos dramáticos, las situaciones de dolor, guerras, revoluciones y calamidades, porque como dice Jesús, «todo esto no es el final».
«El discípulo del Señor no se deja atrofiar por la resignación, no cede al desaliento ni siquiera en las situaciones más difíciles, porque su Dios es el Dios de la resurrección y de la esperanza, que siempre reanima, con Él siempre se puede levantar la mirada, empezar de nuevo y volver a caminar».
Con esta perspectiva, ante las crisis, ante las cosas malas que ocurren y generan pobreza y sufrimiento, el cristiano debe preguntarse qué puede hacer, en lugar de quedarse «como víctimas de lo que sucede« y aprovechar la oportunidad para hacer el bien y construir también a partir de situaciones negativas, porque cada crisis es una posibilidad y ofrece oportunidades de crecimiento.
«Hermanos y hermanas, en esta Jornada Mundial de los Pobres la Palabra de Jesús es una fuerte advertencia para romper esa sordera interior que nos impide escuchar el grito sofocado de dolor de los más débiles», exclama el Papa al recordar que vivimos en sociedades heridas y asistimos, a escenarios de violencia, injusticia y persecución, asistimos a una guerra cruel y despiadada como la de Ucrania «que provoca la muerte de tantos inocentes y multiplica el veneno del odio».
«Presenciamos -dice del pontífice- la crisis del cambio climático, los miles de personas que emigran en busca de esperanza y muchas otras que viven en precariedad por la falta de empleo, en condiciones injustas e indignas».
«También hoy los pobres son las víctimas más penalizadas de cada crisis. Pero, si nuestro corazón permanece adormecido e insensible, no logramos escuchar su débil grito de dolor, llorar con ellos y por ellos, ver cuánta soledad y angustia se esconden también en los rincones más olvidados de nuestras ciudades».
Ante este panorama desolador, el Papa exhorta a dar testimonio del Evangelio y a »encender luces de esperanza en medio de la oscuridad«, a comprometernos con valentía por la justicia, la legalidad y la paz, estando del lado de los débiles.
«No escuchemos a los profetas de desventura; no nos dejemos seducir por los cantos de sirena del populismo, que instrumentaliza las necesidades del pueblo proponiendo soluciones demasiado fáciles y apresuradas. No sigamos a los falsos mesías que, en nombre de la ganancia, proclaman recetas útiles solo para aumentar la riqueza de unos pocos, condenando a los pobres a la marginación», pidió.
El Papa recordó que la fuerza para seguir adelante es abrir nuestro corazón para aumentar nuestra capacidad de amar, es confiar en Dios conscientes de que está nos conoce, está a nuestro lado y cuida de nosotros. «Entonces, amados por Él – exhortó- decidámonos a amar a los hijos más descartados, cuidemos de los pobres, en quienes está Jesús, que se hizo pobre por nosotros».
«No podemos quedarnos, como aquellos de los que habla el Evangelio, admirando las hermosas piedras del templo, sin reconocer el verdadero templo de Dios, que es el ser humano, especialmente el pobre, en cuyo rostro, en cuya historia, en cuyas heridas está Jesús. Él lo dijo. Nunca lo olvidemos», concluye.
El almuerzo del Papa con los pobres
Risas, abrazos, momentos de convivencia y fraternidad. Como cada año desde la institución de la Jornada Mundial de los Pobres en 2016, Francisco compartió el almuerzo servido a los pobres en el Aula Pablo VI.
Alrededor de 1.300 personas sin hogar, emigrantes y personas asistidas por Cáritas Roma, Comunidad de San Egidio, Acli y otras asociaciones, muchas de las cuales habían asistido a la misa celebrada esta mañana por el pontífice en la basílica de San Pedro.