(UAO/InfoCatólica) La jornada ha contado con la participación, por vía telemática, del obispo de Orihuela-Alicante, Mn José Ignacio Munilla. En su intervención, ha recordado con afecto la visita del Pontífice, que vivió muy de cerca, ya que era seminarista en Toledo cuando el Papa se hospedó una noche el Seminario de la capital manchega. «El Papa pernoctó con nosotros y pasó allí su cumpleaños. A mi me tocó preparar su habitación. Llamamos a un camarero polaco de Madrid, que nos enseño el ‘cumpleaños feliz’ en polaco». También se acuerda de lo que comió: «algo frugal, coliflor».
En un plano más general, Munilla cree que San Juan Pablo II puede ser recordado por tres rasgos: paternidad, esperanza y creatividad. En el plano de la esperanza, «San Juan Pablo II demostró que era la persona adecuada para derribar muros». Y ha añadido: «con él aprendí a tener esperanza, a saber que el Reino de Dios triunfará y se sigue abriendo paso». Al contrario sucede con «lo que está construido sobre la mentira», que «tiene los días contados». Así se demostrará también con la ideología de género: «hoy parece una ideología inexpugnable, pero tiene los pies de barro y la veremos caer como vimos caer el muro de Berlín», ha dicho en referencia directa a la contribución del Papa Juan Pablo II a la descomposición del bloque comunista.
Respecto a la idea de paternidad, Munilla considera que Juan Pablo vino a encarnar esos valores en una sociedad occidental «herida por la falta de modelos de paternidad». «La herejía de nuestros días consiste en oponer verdad y caridad. El amor tierno y compasivo no es incompatible con una voz llena de verdad y de autoridad».
El Papa de los jóvenes
Esta idea conecta con uno de los aspectos tratados en el coloquio presencial, en el que han intervenido el director del Departamento de Educación y Humanidades de la UAO CEU, Marcin Kazmierczak, y el presidente de E-Cristians, Josep Miró i Ardèvol. Al respecto de la relación de Juan Pablo II con los jóvenes, Kazmierczak cree que su capacidad de sintonizar con la juventud se explica en que «a él le encantaba estar con los jóvenes y entendía cuál era el problema fundamental en la vida de un joven: el amor. Abordó directamente este tema y lo hizo de forma exigente. Los jóvenes no quieren un mensaje fácil».
Así lo cree también Miró i Ardèvol. «Las personas que hablan claro, que no se ponen de perfil, llegan mejor a los jóvenes». También ha hecho referencia una de las grandes contribuciones del pontificado de San Juan Pablo, que fue «la articulación del concilio con la tradición de la Iglesia. Si esto no se hubiera dado, el daño habría sido terrible porque la Iglesia sin tradición se destruye». Y la tradición se renueva a fuerza de procesos internos y también en la competencia con otras culturas. Así como a Juan Pablo II le tocó competir con la visión marxista, hoy «competimos con una tradición más difícil». Se trata de la «tradición emotivista», consistente en que «los sentimientos son aquello que expresa la verdad y que la realización personal está en la satisfacción del deseo. Estamos compitiendo contra el deseo, esto es mucho más difícil».
En esta tarea, el magisterio de Juan Pablo II es una gran aportación. Supo «transformar la Doctrina Social de la Iglesia en acción. Esto tiene un valor impagable porque es algo que, desgraciadamente, ha sido un déficit de los católicos».
El coloquio, moderado por el director del grado en Periodismo de la UAO CEU, Juan Francisco Jiménez, ha concluido con unas palabras del decano de la Facultad de Comunicación, Educación y Humanidades de la UAO CEU, Enrique Martínez. Al evocar aquellos días de 1982, en los que fue uno de los jóvenes que siguió a Juan Pablo II en su visita, llega a la conclusión de que esa juventud iba «en busca de misericordia».