(Aica/InfoCatólica) «Esta es, y debe ser, la mirada de la Iglesia, siempre, la mirada de Cristo», sostuvo antes de rezar la oración a la Madre de Dios.
Al comentar el Evangelio que la liturgia propone para este XXXI Domingo del Tiempo Ordinario, el pontífice señaló que, la narración está centrada en el encuentro entre Jesús y Zaqueo, en las dos miradas que se buscan: la mirada de Zaqueo que busca a Jesús y la mirada de Jesús que busca a Zaqueo.
«En el centro de este relato está el verbo buscar. Zaqueo ‘trataba de ver quién era Jesús’ y Jesús, después de encontrarse con él, afirma: El Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido», subrayó.
Al comentar la primera mirada, la de Zaqueo, el Papa precisó que este publicano, cobraba impuestos en nombre de los dominadores romanos y se aprovechaba de su posición. Por ello, Zaqueo era rico, odiado por todos y señalado como pecador. El texto dice, explicó, que «era pequeño de estatura» y con ello quizá alude también a su bajeza interior, a su vida mediocre, deshonesta, siempre mirando hacia abajo.
«Sin embargo, Zaqueo quiere ver a Jesús. Corrió más delante -dice el Evangelio- y, para poder verlo, se subió a un sicomoro, porque tenía que pasar por allí. Zaqueo, en su bajeza, siente la necesidad de buscar otra mirada, la de Cristo. Todavía no lo conoce, pero espera que alguien lo libere de su condición, que lo saque del fango en el que se encuentra», afirmó.
«Esto es fundamental: Zaqueo nos enseña que, en la vida, nunca está todo perdido. Siempre podemos dar espacio al deseo de volver a empezar, de recomenzar, de convertirnos», enfatizó.
En este sentido, precisa el Santo Padre, es decisivo el segundo aspecto: la mirada de Jesús. Él fue enviado por el Padre a buscar a los que estaban perdidos; y cuando llega a Jericó, pasa justo al lado del árbol donde está Zaqueo.
«El Evangelio narra que ‘Jesús levantó la mirada y le dijo: Zaqueo, baja enseguida, porque hoy me tengo que quedar en tu casa’. Es una imagen muy hermosa, porque si Jesús tiene que levantar la mirada, significa que mira a Zaqueo desde abajo. Esta es la historia de la salvación: Dios no nos mira de lo alto para humillarnos y juzgarnos; al contrario, se abajó hasta lavarnos los pies, mirándonos desde abajo y devolviéndonos la dignidad», destacó.
«Así, el cruce de miradas entre Zaqueo y Jesús parece resumir toda la historia de la salvación: la humanidad con sus miserias busca la redención, pero ante todo Dios con misericordia busca a su criatura para salvarla», agregó.
Por todo ello, Francisco invita a recordar «que, la mirada de Dios nunca se detiene en nuestro pasado lleno de errores, sino que mira con infinita confianza lo que podemos llegar a ser. Y si a veces nos sentimos personas de baja estatura, no a la altura de los desafíos de la vida, y mucho menos del Evangelio, sumidos en problemas y pecados, Jesús siempre nos mira con amor: como con Zaqueo, sale a nuestro encuentro, nos llama por nuestro nombre y, si lo recibimos, viene a nuestra casa».
«¿Cómo nos miramos a nosotros mismos? ¿Nos sentimos inadecuados y nos resignamos, o es ahí, cuando nos sentimos abatidos, cuando buscamos un encuentro con Jesús? Y luego: ¿qué mirada tenemos hacia los que se equivocaron y luchan por levantarse del polvo de sus errores? ¿Es una mirada desde arriba, que juzga, desprecia y excluye?», preguntó.
El Santo Padre concluyó señalando que, «los cristianos debemos tener la mirada de Cristo, que abraza desde abajo, que busca a quien está perdido, con compasión. Esta es, y debe ser, la mirada de la Iglesia, siempre, la mirada de Cristo», e invitó a pedir a la Virgen María, de la cual el Señor ha visto su humildad, el don de una mirada nueva sobre nosotros y sobre los demás.