(Renaissance Catholique/InfoCatólica) La revista tradicionalista francesa Renaissance Catholique publicó ayer un interesante balance de la aplicación en Francia del motu proprio Traditionis Custodes del Papa Francisco. El motu proprio, fechado el 16 de julio de 2021, establecía normas que restringían duramente la celebración de la Misa tradicional en todo el mundo.
Como indica la revista, el motu proprio del Papa Francisco «puso fin a la era Summorum Pontificum», es decir, la era marcada por el documento de Benedicto XVI, «que, desde hacía dieciséis años, había garantizado a todos los sacerdotes la libertad de utilizar el misal antiguo y había favorecido la multiplicación de las parroquias o capillas donde se celebraba el usus antiquior del rito romano».
Este cambio de normativa afectó especialmente a Francia, que es quizá el país donde más fuerza tiene el movimiento de celebración de la liturgia antigua. Antes de la publicación del documento del Papa Francisco, se celebraba la Misa tridentina en unos doscientas cincuenta lugares de culto franceses (sin contar los lugares donde las celebraciones están a cargo de la FSSPX y otros grupos en situación irregular) y la quinta parte de los sacerdotes se ordenaban en el ámbito de la liturgia antigua. Un año después, Renaissance Catholique se pregunta cuáles han sido, en la práctica, las consecuencias en Francia de las nuevas restricciones de la liturgia anterior al Concilio Vaticano II.
La situación, según la revista, ha variado considerablemente en las distintas diócesis, pero puede caracterizarse en conjunto como una «actitud episcopal de esperar y ver». Teniendo en cuenta el peso de los fieles que asisten a la liturgia antigua, muchos de ellos jóvenes, y las vocaciones que surgen de ella, los obispos no han querido apresurarse a tomar medidas para restringirla, a pesar de la nueva normativa.
Hasta el momento, solo se ha suprimido la Misa antigua en unos veinte lugares de culto. Apenas uno de cada cinco obispos ha firmado un decreto de aplicación de Traditiones Custodes. De esos obispos, la mitad publicaron su decreto poco después del motu proprio, con la finalidad de tranquilizar a los que se encontraban inquietos o entristecidos por la reaparición de los conflictos litúrgicos en la Iglesia. Los prelados de varias diócesis importantes, como Lille, Burdeos, Lión, Versalles, Bayona o Nanterre publicaron inmediatamente textos que reflejaban su solicitud por los fieles que asistían a la Misa antigua.
En la audiencia que concedió el Papa Francisco el 10 de septiembre de 2021 a los representantes de los obispos franceses, varios solicitaron poder actuar con la libertad que requería el contexto particular de su país y el Papa respondió favorablemente. El arzobispo de París, por ejemplo, pidió permiso para mantener las parroquias birrituales, permiso que le fue concedido por el Pontífice.
Las tensiones y restricciones, sin embargo, también han estado presentes. Las diócesis de la provincia eclesiástica de Lión y otras diócesis, como Grenoble, han insistido en poner en práctica la alternancia de la celebración de la Misa antigua y la Misa nueva en las parroquias y capillas anteriormente dedicadas por entero a la liturgia antigua. El fin de esta medida, recogida en el motu proprio del Papa, es ir convenciendo poco a poco a los fieles de que vayan abandonando la liturgia tridentina y acostumbrándose a la Misa de Pablo VI.
Algunos obispos poco numerosos, como los de Grenoble, Estrasburgo y Mans, han restringido de forma severa el uso del misal antiguo y uno de ellos, el obispo de San Dionisio, en la isla de La Reunión, lo ha suprimido por completo. El arzobispo de Dijon, Mons. Roland Minnerath, fue el primero en tomar ese tipo de medidas y expulsó de la archidiócesis a la Fraternidad Sacerdotal de San Pedro incluso antes de la publicación del motu proprio. Especialmente significativa ha sido la decisión de Mons. Aupetit, en París, de suprimir la mitad de los lugares de culto donde se celebraba la Misa antigua.
Tanto en Dijon como en Grenoble y otras diócesis, ha surgido entre los fieles un movimiento de protesta muy acentuado, que revela su exasperación por las decisiones episcopales. Como señala Renaissance Catholique, a muchos fieles les cuesta entender que se quiera imponer la unidad litúrgica precisamente mediante el rito actual, que en la práctica ha dado lugar a una multiplicidad nunca vista de formas de celebrar y abusos litúrgicos.
En cualquier caso, la mayoría de los obispos han mantenido su actitud de nadar entre dos aguas, sin querer desobedecer al Papa, pero tampoco apagar uno de los movimientos eclesiales franceses que más vitalidad muestran en una época de cierre de iglesias y gran escasez de vocaciones. En ese sentido, Renaissance Catholique sugiere que la decisión excepcional tomada por el Vaticano de suspender todas las ordenaciones en la diócesis de Fréjus-Toulon podría ser un aviso de Roma a los prelados que, como Mons. Dominique Rey, se consideran demasiado favorables a los fieles de sensibilidad tradicional.
En efecto, tanto en el motu proprio como en otros documentos e intervenciones posteriores, el Papa parece haber dejado claro que la finalidad de la nueva normativa es la desaparición progresiva del rito antiguo en favor del nuevo. En ese sentido, el Pontífice afirmó en el primer artículo del motu proprio que «los libros litúrgicos promulgados por los santos Pontífices Pablo VI y Juan Pablo II, en conformidad con los decretos del Concilio Vaticano II, son la única expresión de la lex orandi del Rito Romano».
Por el momento y a pesar de esos aparentes planes para su extinción, la sensibilidad tradicional en Francia sigue siendo muy fuerte entre un gran número de fieles. Por ejemplo, la acostumbrada peregrinación de Notre Dame de París a Notre Dame de Chartres, organizada por la asociación de Nuestra Señora de la Cristiandad, ha contado en 2022 con unos 15.000 participantes, un número nada desdeñable. Es difícil saber, sin embargo, qué sucederá en el futuro.