(Asia News/InfoCatólica) En la visión del Partido, la Asamblea es una especie de congreso encargado de dictar la línea a los católicos y renovar los cargos directivos. La primera se celebró en febrero de 1957 en Beijing y fue en esa ocasión cuando se formó la Asociación Patriótica de Católicos Chinos para marcar su autonomía de Roma. Después de la segunda, celebrada en 1962, las asambleas se suspendieron durante los años de la Revolución Cultural, cuando la persecución golpeó duramente al catolicismo, incluso a su rama «oficial». La tercera recién pudo celebrarse en 1980, cuando se creó el Consejo de Obispos Católicos de China, también estrictamente controlado por el Partido.
La 10ª Asamblea tiene lugar a seis años de la anterior, celebrada en Beijing en 2016, y en vísperas del 20º Congreso del Partido Comunista Chino, en el que se aguarda una confirmación del tercer mandato del presidente Xi Jinping. Es evidente que la elección de Wuhan no es causal: la gran ciudad de Hubei es, de hecho, un lugar con una larga historia para la comunidad católica en China. En el siglo XIX, debido a su ubicación a orillas del río Yangtze, la ciudad de Hankou -la parte histórica de la actual Wuhan- era el lugar donde confluía la evangelización en el interior de China. Tras la victoria de los comunistas de Mao y la expulsión de todos los misioneros extranjeros, el 13 de abril de 1958 tuvo lugar la primera ordenación de dos obispos sin la aprobación de la Santa Sede: Mons. Bernardino Dong Guangqing, obispo de Hankou, y Mons. Marcos Yuan Wenhua, obispo de Wuchang. Tras el fallecimiento en 2007 de Mons. Dong Guangqing (que entretanto había solicitado y recibido el retorno a la comunión con Roma), la diócesis permaneció vacante durante 14 años. Finalmente, el 8 de septiembre de 2021 tuvo lugar la ordenación de monseñor José Cui Qingqi en la catedral de San José de Wuhan, la última hasta ahora en el marco del Acuerdo sino-vaticano sobre el nombramiento de obispos firmado «ad experimentum» en octubre de 2018 y renovado por otros dos años en 2020.
En la reunión están presentes Cui Maohu, director de la Oficina Estatal de Asuntos Religiosos y viceministro del Departamento de Trabajo del Frente Unido, y Ning Yong, miembro de la asamblea provincial y director del Frente Unido provincial de Hubei. La sesión inaugural fue presidida por el obispo de Chengde, Guo Jincai, uno de los que fueron ordenados ilícitamente y al que el papa Francisco readmitió en la comunión eclesial en 2018.
Tal y como estaba previsto, en su discurso, el viceministro Cui Mahou destacó la autonomía de la Iglesia china. La elogió por haber «reforzado su liderazgo ideológico y político» y por adherir a los principios de autonomía e independencia de la Iglesia bajo la bandera del amor a la patria y a la religión. También destacó el hecho de que haya promovido «la formación de una ideología y una teología chinas». El viceministro no cesó de invitar a los católicos a «estudiar con seriedad y poner en práctica las directrices del presidente Xi Jinping sobre la labor religiosa, así como las decisiones del gobierno central para garantizar los principios de autonomía y autogestión, promover la sinización de la Iglesia y el patriotismo de los fieles, reforzar la guía de la Iglesia y el papel de los órganos patrióticos».
Tras la introducción del arzobispo de Beijing, monseñor Li Shan, le tocó el turno al obispo de Haimen, monseñor Shen Bin, quien leyó el reporte que resumía los logros obtenidos desde la última Asamblea de 2016 y las perspectivas de trabajo para los próximos cinco años. Para el obispo Shen Bin, «la Iglesia china ha mantenido la dirección política correcta, ha unido y guiado a los fieles para mantener en alto la bandera del amor a la patria y a la religión, y ha preservado los principios de autonomía y autogestión de la Iglesia». Además subrayó que ésta prosiguió con la administración democrática, promovió la evangelización y los servicios caritativos, escribiendo así un nuevo capítulo en la historia«.
Cabe destacar que -según la información proporcionada en el resumen del evento difundido por la Asociación Patriótica- ni el obispo de Haimen ni el viceministro Cui Mahou hicieron referencia alguna al Acuerdo sino-vaticano sobre el nombramiento de obispos. La omisión llama la atención, ya que debería haber sido uno de los acontecimientos más importantes en la vida de la Iglesia católica en China entre 2016 y hoy. Esto confirma una vez más el poco peso que otorga la Asociación Patriótica al acuerdo entre el gobierno de la República Popular China y la Santa Sede. Desde el punto de vista de los organismos oficiales no representaría más que una mera ratificación, por parte de Roma, de los obispos elegidos autónomamente. Además, desde hace casi un año no ha habido nuevos nombramientos de obispos, a pesar de que el Papa Francisco expresó su deseo de renovar el Acuerdo cuando expire, en octubre de este año.