(Rfi) Tras la guerra entre comunidades que dejó 100.000 muertos en los años 1990, Bosnia se encuentra partida por líneas de demarcación étnicas, con una entidad serbia y una federación croata-musulmana, y difíciles relaciones entre grupos.
La mayoría de los croatas católicos de la localidad de Bugojno (el 34% de los 47.000 habitantes antes de la guerra) fueron expulsados en 1993 por las fuerzas musulmanas bosnias, y solo un tercio regresó. Husejn Smajic, de 68 años, no quería que Bosnia fuese así.
Hace ocho años, después de mandar construir un lago artificial en su propiedad, este hombre de negocios jubilado descubrió los cimientos de una iglesia católica medieval.
En el lugar aparecieron 12 esqueletos y los restos de un vestido dorado, que según los arqueólogos podría ser el de la reina Helena Gruba, la única mujer que gobernó el reino bosnio medieval, a finales del siglo XIV.
Husejn Smajic decidió entonces llevar a cabo su visión de una Bosnia multiétnica. Cedió a la Iglesia Católica una parte de los terrenos y comenzó a construir un nuevo templo cerca de los vestigios del primero, que pudo ser destruido durante la invasión otomana en el siglo XV.
Matrimonios mixtos
Propietario de un aserradero y de dos pequeñas centrales hidroeléctricas, Husejn Smajic, pudo financiar con sus fondos buena parte de la construcción.
También consiguió donaciones de dinero y de material de los croatas, así como de musulmanes y de serbios.
«Lo hice para que la gente vea que podemos vivir bien todos juntos. No puede haber belleza sin mezcla de comunidades, es nuestra riqueza», explica a la AFP.
Smajic sabe de lo que habla, está casado con una católica, Vesna. «Conseguí vivir 45 años con mi enemigo», ironiza.
«Su familia, un matrimonio mixto, es lo que hace diferente a este país, en el que vivimos con nuestras diferencias, pero donde podemos vivir juntos en el respeto», explica a la AFP el cardenal Vinko Puljic, responsable de la Iglesia Católica bosnia.
En los años 1970, bosnios musulmanes, croatas católicos y serbios ortodoxos se casaban a menudo entre ellos. La guerra alejó a las tres comunidades de este pequeño país de 3,5 millones de habitantes, incluidas las familias. Ahora son raras las zonas multiétnicas e, incluso, en los lugares donde esto se da, los hijos de los diferentes grupos no van a las mismas escuelas.
A la salida de la iglesia, una croata de 61 años, Zeljka Sistov Franjic, «feliz y orgullosa», y con los ojos llenos de lágrimas, afirma que el gesto de Smajic es «muy importante para la vida en común en Bugojno y en Bosnia».
Su padre, de 78 años, vive solo en Bugojno. Sus vecinos musulmanes se ocupan de cuidarlo: «Así es la vida aquí», cuenta esta croata.