(Aica/InfoCatólica) Tras la ceremonia de bienvenida en la residencia de la gobernadora general, Mary May Simon, y la reunión con el primer ministro, Justin Trudeau, el Papa tuvo el tradicional encuentro con las autoridades civiles, el cuerpo diplomático y los representantes de los pueblos indígenas. Un discurso donde el Santo Padre abordó varios temas: el perdón de la Iglesia por todo lo que ocurrió en las instituciones católicas locales, pero también el valor de la familia, la guerra, el tema de los mayores y los jóvenes y la ayuda de la Iglesia a los pobres en un país rico como Canadá.
Su discurso empezó recordando las bellezas de este país, sus espectaculares bosques de arce, «que hacen que el paisaje canadiense sea único y colorido».
Al Papa le inspiró el símbolo de estas tierras: esa hoja de arce, que «desde los escudos de Quebec se extendió rápidamente hasta convertirse en el emblema destacado en la bandera del país».
Francisco volvió a tener presente en su discurso lo fundamental que fueron los pueblos nativos para este país, «su laboriosidad, siempre atentos a salvaguardar la tierra y el medio ambiente, fieles a una visión armoniosa de la creación, un libro abierto que enseña al hombre a amar al Creador y a vivir en simbiosis con los demás seres vivos. Hay mucho que aprender de esto, de la capacidad de escuchar a Dios, a las personas y a la naturaleza».
«Las grandes hojas de arce, que absorben el aire contaminado y restituyen oxígeno, nos invitan a maravillarnos con la belleza de la creación y a dejarnos atraer por los sanos valores presentes en las culturas indígenas: son una inspiración para todos nosotros y nos pueden ayudar a sanar los dañinos hábitos de explotar», afirmó el Papa.
Vergüenza y dolor
Sin embargo, el Santo Padre lamentó que estas «lecciones vitales» fueron objeto de una violenta oposición en el pasado:
«Pienso especialmente en las políticas de asimilación y desvinculación, que incluían el sistema de escuelas residenciales y que dañaron a muchas familias indígenas, minusvalorando su lengua, su cultura y su visión del mundo».
El Papa volvió a expresar su «vergüenza y dolor» por todo lo que ocurrió en las instituciones católicas locales y, junto con los obispos de Canadá, renovó su «petición de perdón por el mal cometido por tantos cristianos contra los pueblos indígenas».
El Sucesor de Pedro reiteró su deseo de mantener «una voluntad concreta respecto a la promoción de las culturas indígenas, con caminos espirituales específicos y apropiados, que incluyan la atención a sus tradiciones culturales, sus costumbres, sus lenguas y sus procesos educativos propios».
«Los momentos que vivimos juntos han dejado en mí una huella y el firme deseo de responder a la indignación y la vergüenza por el sufrimiento que soportaron los indígenas, recorriendo un camino fraternal y paciente con todos los canadienses conforme a la verdad y la justicia, esforzándonos por la sanación y la reconciliación, animados siempre por la esperanza», remarcó el Papa.
Francisco reflexionó sobre lo que definió «colonizaciones ideológicas» que siguen siendo actuales:
«Se implanta una moda cultural que estandariza, que vuelve todo igual, que no tolera las diferencias y se centra sólo en el momento presente, en las necesidades y los derechos de los individuos, descuidando a menudo los deberes hacia los más débiles y frágiles; los pobres, los emigrantes, los mayores, los enfermos, los no nacidos. Son ellos los olvidados por las sociedades del bienestar; son ellos los que, en la indiferencia general, son descartados como hojas secas para ser quemadas».
El valor de la familia
En su discurso a las autoridades, el Papa también reflexionó también sobre el valor de la familia:
«Es la primera realidad social concreta, pero se ve amenazada por muchos factores, como la violencia doméstica, la intensificación del trabajo, la mentalidad individualista, el afán desenfrenado de hacer carrera, el desempleo, la soledad de los jóvenes, el abandono de los mayores y de los enfermos»
Entre los temas abordados por el Papa en el discurso a las autoridades no faltó la «locura sin sentido de la guerra»:
«Necesitamos de nuevo calmar los extremismos de la contraposición y curar las heridas del odio. No necesitamos dividir el mundo en amigos y enemigos, distanciarnos y armarnos hasta los dientes; no será la carrera armamentística ni las estrategias de disuasión las que traigan la paz y la seguridad. No hay que preguntarse cómo continuar las guerras, sino cómo detenerlas».
El Papa pidió volver a políticas «creativas» y con «visión de futuro», que «sepan romper los esquemas de los bandos para dar respuestas a los retos globales». Y es que los grandes retos actuales, según Francisco, como la paz, el cambio climático, los efectos de la pandemia y las migraciones internacionales, «están unidos por una constante: son globales, afectan a todos».
Según el pontífice, «para recuperar la memoria y la sabiduría es necesario escuchar a los mayores, y para tener impulso y futuro es necesario abrazar los sueños de los jóvenes. Ellos se merecen un futuro mejor que el que les estamos preparando, se merecen participar en las decisiones sobre la construcción del hoy y del mañana, especialmente sobre el cuidado de la casa común, para el cual los valores y las enseñanzas de los pueblos indígenas son valiosos».
Superar la retórica del miedo hacia los inmigrantes
Francisco agradeció la generosidad del pueblo canadiense en acoger «a numerosos inmigrantes ucranianos y afganos»:
«Es necesario trabajar para superar la retórica del miedo hacia los inmigrantes y darles, según las posibilidades del país, una oportunidad concreta de participar responsablemente en la sociedad».
También en un país rico como Canadá, muchas personas necesitadas llaman a las puertas de las parroquias, algo que destacó el Papa en su discurso:
«Estos hermanos nos llevan a considerar la urgencia de trabajar para remediar la radical injusticia que contamina nuestro mundo, a causa de la cual la abundancia de los dones de la creación se distribuye de forma demasiado desigual. Es escandaloso que la riqueza generada por el desarrollo económico no beneficie a todos los sectores de la sociedad».
«Sólo trabajando juntos, mano a mano, es como podemos hacer frente a los apremiantes retos de hoy. Les agradezco su hospitalidad, su atención y su estima, diciéndoles con sincero afecto que llevo a Canadá y su gente muy cerca de mi corazón», finalizó su discurso Francisco en la última actividad del Papa Francisco en su cuarto día de visita a Canadá.
El jueves 28 de julio, el pontífice presidirá una Misa en el Santuario Nacional de Santa Ana de Beaupré; y en la tarde celebrará las Vísperas con los obispos, sacerdotes, diáconos, consagrados, seminaristas y agentes pastorales en la Catedral Notre-Dame de Quebec.