(Asia News/InfoCatólica) No da señales de remitir el enfrentamiento entre la Iglesia maronita y Hezbolá tras la detención de la semana pasada del obispo maronita de Haifa y Tierra Santa, Moussa el-Hage, en la Estación de seguridad general de Ras Nakoura. El obispo estaba realizando su viaje mensual al Líbano para llevar dinero y medicamentos a docenas de familias separadas por la guerra en ambos lados de la frontera con Israel.
«Lo que ha sucedido es un insulto a la Iglesia maronita, al patriarcado y a mí personalmente», tronó el domingo el cardenal Béchara Raï, ante una multitud de fieles y simpatizantes que se habían congregado para apoyarlo frente a la sede de verano del patriarcado maronita en Dimane, al norte del Líbano.
Las acusaciones del patriarca maronita se refieren a un sistema político establecido por el partido proiraní, con la complicidad activa y pasiva del Movimiento Patriótico Libre (CPL) fundado por el jefe de Estado Michel Aoun y actualmente encabezado por su yerno, Gibran Bassil. Líbano se está convirtiendo en un «estado policial», advirtió el patriarca Rai, un estado inquisidor en el que todos vigilan a los demás, un estado de sospecha y denuncia generalizada.
Utilizar a Israel y la solidaridad con los palestinos como pretexto para justificar el arresto de un obispo e imponer un bloqueo impermeable a cualquier tránsito humanitario hacia el Líbano es un ataque a un derecho adquirido desde hace mucho tiempo no solo por la Iglesia maronita, sino también por la greco católica, que también tiene una sede obiscopal en Haifa
La Iglesia maronita es víctima de una maquinación por motivos políticos, reiteró el domingo el patriarca, y el interrogatorio del obispo es una grave violación del principio de autonomía jurisdiccional del que goza la Iglesia, reconocido por la ley. En cualquier caso, prosiguió el patriarca, «es de interés nacional para el Líbano» y para los cristianos en particular, que la comunidad maronita o de origen libanés en Tierra Santa siga comunicándose con el resto del mundo árabe al que pertenece.
Esta posición está en consonancia con la que manifestó el Patriarcado Latino de Jerusalén que, en palabras de Mons. Pierbattista Pizzaballa, considera «necesario para la conservación de la presencia de los cristianos en Tierra Santa» promover «la solidaridad con los cristianos de Oriente Medio». «Nos solidarizamos plenamente con el obispo Moussa El Hage - dice monseñor Pizzaballa en un comunicado - con la obra de caridad que él lleva a cabo generosamente desde hace tiempo, llevando regularmente ayuda material y medicamentos recolectados por los benefactores a las familias libanesas pobres de todas las religiones -cristiana, musulmana y drusa- que se encuentran en grandes dificultades debido a la grave crisis económica que atraviesa el Líbano. Apoyamos plenamente la declaración del patriarca maronita al respecto».
Este mensaje de solidaridad de la Iglesia de Tierra Santa a la Iglesia del Líbano es fundamental. Es posible que detrás de algunos de los nombres de la lista de destinatarios de las ayudas que trajo consigo el obispo Moussa el-Hage, se hayan infiltrado también algunos «agentes», como afirma la 'acusación'. Pero esta eventualidad -aseguran fuentes eclesiásticas- debe entenderse como «la excepción que confirma la regla» y debe tratarse caso por caso. Pero sería un castigo colectivo para los libaneses obligados por las circunstancias a residir en Israel (algunos entraron de niños con sus padres) y para las comunidades maronitas de Tierra Santa (que existen), prohibir cualquier tránsito humanitario entre Israel y Líbano. El patriarca Rai dijo el domingo que estaba decidido a desafiar las prohibiciones que considera «políticas», sin dejarse intimidar y llevando adelante la misión de la Iglesia maronita.
Una última palabra sobre el «botín» en efectivo de 460.000 dólares y 4.000 euros y sobre los medicamentos incautados por el Tribunal militar, cuya restitución exige la Iglesia. En una sociedad oriental impregnada de principios religiosos, disponer de este dinero o de estos medicamentos, incluso confiscándolos, es una ofensa a Dios incluso antes que a los hombres. Es el dinero de los pobres, es la limosna que todo creyente, sea cristiano o musulmán, ofrece en beneficio de los suyos y de los necesitados. En estos tiempos de dificultad, de escasez y privación, significaría privar a los pobres de su sustento. Sin embargo, en este caso en concreto, todavía no se ha previsto un mecanismo de restitución.