(ACIPrensa/InfoCatólica) El sacerdote diocesano Pedro Ortiz de Zárate y el sacerdote jesuita Juan Antonio Solinas, conocidos como los Mártires de Zenta, fueron beatificados en Argentina el día de ayer, 2 de julio. En el 1683, ambos misioneros fueron asesinados mientras predicaban a indígenas de diferentes pueblos y etnias, como los tobas, los mocovíes y los mataguayos.
La ceremonia de beatificación fue llevada a cabo en la Diócesis de Nueva Orán y presidida por el cardenal Marcello Semeraro, prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos. Su fecha litúrgica será la misma del día de su fallecimiento: el 27 de octubre.
Asimismo, participaron en la concelebración el monseñor Miroslaw Adamczyk, Nuncio Apostólico; cardenal Mario Aurelio Poli, arzobispo de Buenos Aires; monseñor Luis Antonio Scozzina, obispo de Nueva Orán; y otros obispos de Argentina.
Muchos fieles estuvieron presentes durante la ceremonia, entre ellos: la hermana Isabel Fernández, quien postuló la causa de canonización; y autoridades como Gustavo Sáenz, gobernador de Salta; Carlos Guillermo Haquim, vicegobernador de la provincia de Jujuy; y Luis Saguier Fonrouge, director nacional de Culto Católico.
De igual forma, fue descubierta la imagen oficial de los mártires y leída la carta enviada por el Papa Francisco que autoriza la beatificación de ambos misioneros.
El cardenal Semeraro, durante su homilía afirmó que el testimonio de martirio de Pedro Ortiz de Zárate y Juan Antonio Solinas resulta «lejano en el tiempo, pero singularmente por algunos detalles sangrientos, también lejano de nuestra sensibilidad».
Señala que, cuando la causa de muerte es por persecución, odio a la fe o justicia practicada por amor a Jesucristo, «emerge una nueva clave de lectura, que Tertuliano expresó con esta clásica sentencia: “La sangre de los cristianos es una semilla”».
«Lo que da valor a la muerte, es la muerte del santo de los santos, es decir del Señor, la primera semilla de la que ha germinado la Iglesia. Cristo se hacía semilla y germinaba la Iglesia», dijo el cardenal. «Esto es precisamente lo que hoy estamos celebrando, con el martirio de los beatos mártires Pedro y Juan Antonio. Estamos celebrando la primavera de la Iglesia».
También destaca que los dos misioneros fueron «ministros de la primera evangelización. Del Beato Pedro, natural de esta tierra argentina, se podría decir lo que decían de Tomás Moro: fue un hombre para todas las épocas. Testigo de Cristo, buen político, buen marido (luego quedaría viudo), buen padre, luego un excelente sacerdote, que conocía bien a los indios y los defendía».
«En cuanto al Beato Juan Antonio, él era italiano, natural de Cerdeña, ingresó a la Compañía de Jesús e inmediatamente después de su ordenación sacerdotal llegó aquí dedicándose también a la evangelización de los indios», continúa.
El cardenal Semeraro afirma que «los testimonios han destacado su generosa entrega a sus necesidades, tanto espirituales como materiales, así como la atención pastoral en favor de españoles que habitaban aquí. Fue el impulso misionero el que los condujo a un encuentro mutuo, juntos se pusieron al servicio del Evangelio y fueron fieles hasta el derramamiento de su sangre».
La historia de dos mártires, conocidos como los Mártires del Zenta
El sacerdote Juan Antonio Solinas fue originario de Oliena, Nuoro, región actualmente italiana. Empezó a formar parte de la Compañía de Jesús en 1663 y se profesó en 1665.
En 1972, después de haber comentado a sus superiores su pasión por evangelizar, especialmente a pueblos aborígenes, fue enviado junto a algunos compañeros a Barcelona, luego a Madrid, y finalmente a Sevilla, donde obtuvo su grado en Teología y su ordenación sacerdotal.
Una vez en América (1678), inició predicando a la Reducción de Itapúa, Paraguay, y siguió en la Reducción de Santa Ana. También laboró junto a la etnia de los hohomas y varias otras reducciones.
Continuó evangelizando hasta 1683, momento en el que se encuentra con el sacerdote Pedro Ortiz de Zárate, cuando son enviados junto a otras 70 personas en un viaje hasta el Valle del Zenta.
Respecto al mártir Pedro Ortiz de Zárate, originario de San Salvador de Jujuy, Argentina, nació el 29 de junio de 1626. A sus 18 años de casó con Petronila Ibarra Argañarás y Murguía, con quien tuvo dos hijos.
Llegó a ser alcalde de su ciudad, sin embargo, después de que su esposa falleciera, optó por seguir su vocación sacerdotal. Dejó la educación de sus dos hijos en manos de la madre de su esposa, y fue ordenado sacerdote en el año 1657.
Permaneció como párroco de Jujuy casi 24 años, antes de iniciar largos viajes con el fin de llegar a pueblos indígenas muy retirados, donde se dedicó a asistir a pobres y enfermos.
Ya en el Valle del Zenta, junto a al padre Solinas y otros colaboradores, se encontraban predicando y asistiendo a personas vulnerables de la región.
Su fallecimiento se dio cuando, al finalizar la Santa Misa en el fuerte San Rafael, un grupo de aproximadamente 150 indígenas se acercó a ellos en son de paz, pero posteriormente los rodearon y los atacaron con sus hachas y lanzas. Finalmente, fueron torturados, mutilados y ejecutados.
