(ACIPrensa/InfoCatólica) El día de ayer, sábado 25, fue recibida por el Santo Padre una delegación de la familia orionita con motivo del aniversario número 150 del nacimiento del patrono de la orden religiosa, San Luigi Orione, a quien el Papa Pío XII solía describir como el gran apóstol de la caridad.
El Papa Francisco habló sobre los orionitas, explicando que se trata de una «única planta con muchas ramas» que se nutren en un mismo origen: el carisma y legado de San Luigi Orione.
Esta familia carismática esta conformada por religiosos y religiosas, laicos y consagrados.
Uno de los lemas de este santo, nacido el 23 de junio de 1872, era «solo la caridad salvará al mundo». Dentro del listado de sus obras se encuentran numerosas casas de ayuda para necesitados y discapacitados, colegios, parroquias, capillas, centros para niños en riesgo y abandonados, y diversas misiones alrededor del mundo.
Fue beatificado el día 26 de octubre de 1980 y canonizado el 16 de mayo de 2004.
A este respecto, el Papa Francisco dirigió algunas exhortaciones a toda la familia orionita, invitándola a «sentir viva la fuerza de su carisma, sientan el compromiso que requiere ser seguidores y familiares de un gran testimonio de la caridad de Cristo».
Y añade: «El compromiso de hacer presente, con tu vida y tu acción, el fuego de esta caridad en el mundo de hoy, marcado por el individualismo y el consumismo, la eficacia y la apariencia».
«Bendigo con ustedes al Señor, que de aquella semilla –como dice el Evangelio– hizo brotar una gran planta, que da acogida, cobijo y refrigerio a muchas personas, especialmente a las más necesitadas y desdichadas» exclamó el Papa.
Durante su discurso, el Papa destacó el coraje que se necesita hoy en día, solicitando a los presentes que «por favor, el fuego de la caridad no se quede solo en su hogar y en sus comunidades, y ni siquiera solo en sus obras, sino que se “arrojen al fuego de los nuevos tiempos por el bien de los pueblos”».
Asimismo, el Pontífice afirma que «el fuego de Jesús» es realmente un «fuego de amor, un fuego que enciende el corazón de las personas, un fuego que alumbra, calienta y vivifica» y reconoce a San Luigi Orione como un verdadero «hombre de acción y contemplación».
«Queridos hermanos y hermanas de la familia orionita, ser hoy discípulos misioneros, enviados por la Iglesia, no es ante todo hacer algo, una actividad, sino una identidad apostólica que se nutre continuamente en la vida fraterna de la comunidad religiosa o de la familia», exclamó.
Y concluye su discurso reflexionando: «Nuestro tiempo nos pide que nos abramos a nuevas fronteras, que descubramos nuevas formas de misión. Miremos a María, me gusta rezarle como la Virgen que tiene prisa: no pierde el tiempo, va y va».