(RV/InfoCatólica) El matrimonio, recordó el Papa, es “una institución confirmada por la ley divina que está ordenada en atención al bien tanto de los esposos y de la prole como de la sociedad”.
Benedicto XVI se refirió además al peligro que la familia corre en la sociedad actual, haciendo alusión a los informes de los obispos, donde se destacan los continuos ataques contra la institución familiar.
“Sabemos –dijo el Papa- que solamente de Dios proviene aquella imagen y semejanza que es propia del ser humano, tal como aconteció en la creación”. En este sentido el Pontífice invocó al Padre, “de quien toma nombre toda familia en el cielo y en la tierra, para que os conceda, según la riqueza de su gloria, que seáis fortalecidos por la acción de su Espíritu en el hombre interior”.
El Papa puntualizó que la Iglesia no se cansa de enseñar que la familia tiene su fundamento en el matrimonio y es un plan de Dios, sin embargo la conciencia difundida en un mundo secularizado vive en la incerteza más profunda, especialmente desde que las sociedades occidentales legalizaron el divorcio. El único fundamento reconocido parece ser el sentimiento o la subjetividad individual que se expresa mediante la voluntad de convivir.
Benedicto XVI constató que es en esta situación que disminuye el número de matrimonios, porque nadie compromete su vida sobre un fundamento tan frágil e inconstante. “Es así que crecen las uniones de hecho –dijo- y aumentan los divorcios. Sobre esta fragilidad se consuma el drama de tantos niños privados del apoyo de sus padres, víctimas del malestar y del abandono que expande el desorden social. Ante esto, la Iglesia no puede permanecer indiferente”.
Refiriéndose a las consecuencias que deben sufrir los hijos, el Papa recordó que para ser instruidos y educados, necesitan tener un punto de referencia preciso y concreto, es decir, padres determinados que de modo diverso entre sí aporten en su educación.
Temas como la sensación de orfandad que viven los hijos mediante la práctica del divorcio, o de las denominadas “familias abiertas” en las que se multiplica el número de padres y madres, y los conflictos internos; la confusión que esto genera en los hijos dando lugar a una tipología alterada de la familia, han dado pié al Papa para recordar que la Iglesia está firmemente convencida de que estos problemas -que son actuales- tienen verdadera solución en el retorno a la solidez de la familia cristiana, lugar de confianza mutua, de don recíproco, de respeto de la libertad y de educación para la vida social.
El Pontífice alentó a obispos, sacerdotes y centros pastorales de sus diócesis, a que acompañen a las familias para que no sean seducidas por estilos de vida relativistas, promovidas a través del cine, la televisión y los medios de información.