(Asia News/InfoCatólica) En agosto, Scalese huyó con los últimos católicos que quedaban y hoy plantea la oportunidad de «encontrar vías para restablecer la presencia internacional, empezando por la de la cooperación italiana».
El misionero de 66 años, referente de la minúscula Iglesia afgana desde 2014, pertenece a la congregación de los Barnabitas, a la que se le confió en 1933 la custodia del único lugar de culto católico, situado en el interior de la embajada italiana.
Padre Scalese, ¿qué es de esa iglesia hoy en día?
Ahora mismo está vacía, ya que prácticamente todos los fieles que iban, extranjeros que estaban en Kabul por motivos de trabajo o de servicio, se habían marchado en los meses previos a la ocupación talibana de la capital. De hecho, me alegró saber que recientemente regresaron algunos trabajadores de la ONU, entre ellos un buen número que visitaba la comunidad, pero nuestra embajada opera actualmente desde Doha, Qatar. De todas maneras, los que están en el lugar nos confirmaron que la iglesia está segura, en el estado en que la dejamos. Nadie la ha tocado en los últimos meses.
¿Y la comunidad católica? ¿Volvió alguien, tal vez alguno de los religiosos?
Los jesuitas, que dirigen el Jesuit Refugee Service en Kabul, están pensando en retomar sus actividades, naturalmente de forma gradual y observando las medidas de seguridad necesarias. La única manera es solicitar la visa de trabajadores sociales: el gobierno talibán parece favorable a que vuelvan aquellas personas que se dedicaban al servicio de la población, teniendo en cuenta que actualmente el pueblo se encuentra en una situación desesperada. La situación de las monjas es más complicada: para el régimen actual, la presencia de mujeres solas no es tolerable. Sé que a una de ellas le dijeron: «¡Claro que puedes volver, siempre y cuando te cases!...»
¿Cómo está actuando la cooperación internacional?
Como decía, se reabrieron algunas oficinas de Naciones Unidas, mientras que la cooperación italiana funciona actualmente desde Pakistán. Estoy convencido de que volver a tener una presencia sobre el territorio sería muy importante para incidir en una situación humanitaria trágica, que se agrava con la congelación de los depósitos afganos en los bancos extranjeros. La gente lucha por sobrevivir y busca cualquier salida posible.
¿Usted qué hará?
La decisión depende de la Santa Sede. Es cierto que, a diferencia de los religiosos que he mencionado, mi visado siempre fue diplomático, y no tendría sentido que me lo concedieran mientras la embajada italiana permanezca cerrada. Aun así, hay que abordar la cuestión, y ya he hablado abiertamente del tema con los representantes del Vaticano. Durante la primera reunión de la Conferencia Episcopal de Obispos de Asia Central, que se celebró el mes pasado en Kazajistán, se conectó con nosotros el cardenal Tagle, Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, y aproveché la oportunidad para preguntarle: «Eminencia, ¿no deberíamos empezar a hablar de nuevo sobre Afganistán?».
En la misma reunión, usted pidió que la Iglesia afgana estuviera formalmente representada en la Conferencia Episcopal de Asia Central. ¿Por qué?
En esa ocasión yo estaba invitado a representar a una misión que, aunque oficialmente está paralizada en este momento, es una realidad eclesial existente y creo que es significativo que pueda tener voz. Además, por experiencia, sé cuán aislado puede sentirse uno y lo importante que es formar parte de una red más amplia, que no pretende ser una institución burocrática, sino un instrumento de comunión humana y cristiana.
Entre los temas que trató en Nursultán está la visita del Papa Francisco a Kazajistán en septiembre, con motivo del Congreso de Religiones Mundiales y Tradicionales. ¿Cree que será una oportunidad para restablecer el diálogo con la Iglesia Ortodoxa Rusa también?
De hecho, Rusia considera a los países de la antigua Unión Soviética como su territorio canónico. Y aunque en realidad actualmente presentan una interesante pluralidad -en Kazajistán, por ejemplo, también hay Iglesias católicas orientales, incluida la ucraniana-, seguramente Francisco tendrá la oportunidad de reunirse con los representantes locales del Patriarcado de Moscú. Esperemos que sean reuniones fructíferas.