(Uca News/Gaudium Press/InfoCatólica) Las afirmaciones del prelado fueron plasmadas en el libro «La Historia de la Iglesia de Corea del Norte», obra basada en 8 entrevistas hechas a Mons. Victorinus el año pasado, recogidas por el escritor Kwon Eun-jung.
Da la particularidad que el arzobispo nació en un área que hoy está bajo el dominio del despótico Kim. Cuenta en sus entrevistas Mons. Victorinus la historia del florecimiento de la Iglesia antes de que Corea se dividiera. Destacaba el crecimiento de la labor social junto a los más pobres, como atención médica, escuelas, además de otras obras caritativas.
Recuerdos que no se olvidan
Narra el arzobispo –reviviendo con emoción– el día en que sonó la campana de emergencia en el monasterio y seminario benedictino de Tokwon, cerca de Wonsan, ciudad ubicada en el centro norte de la antigua gran Corea, hoy bajo el yugo comunista. Era la media noche del 9 de mayo de 1949 y los japoneses ya no ejercían protectorado sobre esos territorios.
El abad del monasterio benedictino y obispo, Mons. Boniface Sauer, nacido en Alemania, fue capturado por los comunistas, cuando aún Mons. Victorinus era un mero seminarista allí.
Sus últimas palabras a los seminaristas fueron: «Como el Señor ha llamado, y como el Señor ha hecho, debemos salir a la muerte con innumerables mártires. Ahora, les pido que continúen en este lugar sin mí. Vuelvan y descansen en paz. Encontrémonos en el cielo». Mons. Sauer acabó siendo martirizado en prisión.
Posteriormente, los comunistas expulsaron a monjes y seminaristas del monasterio. Mons. Youn y el obispo Daniel Tji Hak Soun escaparon hacia el sur y llegaron a Seul el 17 de enero de 1950, donde pudieron adquirir leche y chocolate además de «sentir el aire de la libertad». Mons. Victorinus Youn fue ordenado sacerdote poco después, en marzo, y luego partió a Roma, donde estudió en dos universidades pontificias de 1957 a 1960.
Varias veces regresó al norte a visitar a su familia, específicamente a la capital, Pyongyang, donde se reunió con un hermano y una hermana en 1985.
Fue hecho primer obispo de la diócesis de Suwon en 1963, y luego arzobispo de la diócesis de Gwangju en 1973, rigiendo esa sede hasta el año 2000. Fue también presidente de la Conferencia Episcopal de su país de 1975 a 1981.
Para el arzobispo la publicación del libro es un sueño que se torna real. Sigue orando por la Iglesia norcoreana, de la que dice que se mantienen ciertas estructuras, y que sigue «creciendo escondida, al igual que los árboles del seminario de Tokwon», su seminario.
«Los árboles brotan nuevos retoños en cada rama cada año. Así también están creciendo los católicos que se esconden en algún lugar del norte», dijo.